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domingo, 27 de mayo de 2018

The Catcher in the Rye

El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye), es una novela de J. D. Salinger. Al publicarse en 1951 en los Estados Unidos, la novela provocó numerosas controversias por su lenguaje provocador y por retratar sin tapujos la sexualidad y la ansiedad adolescentes. Es considerado por numerosos expertos como uno de los libros más importantes del siglo XX.


Impacto social: 
Treinta años después de su publicación en 1951, El guardián entre el centeno era tanto el libro más prohibido, como el segundo más estudiado como lectura obligatoria en los institutos estadounidenses. En la década de 1990 fue el nº 10 en la lista de libros más leídos en su país según la Asociación de Bibliotecas Estadounidenses5​ y en el año 2005 se mantuvo entre los diez primeros.
Se han vendido más de 60 millones de copias de la novela. Cada año se venden 250000 ejemplares

Varios asesinos famosos tomaron el libro como referencia:
  • Mark David Chapman el día que mató a John Lennon, había comprado un ejemplar de este libro y escribió en él: «esta es mi declaración». Tras matar al ex Beatle, sacó la novela y se quedó leyéndola hasta que llegó la policía y lo arrestó. En su declaración a la policía tres horas después, Chapman dijo: «Estoy seguro de que la mayor parte de mí es Holden Caulfield, el personaje principal del libro. El resto de mí debe ser el Diablo.»
  • John Hinckley Jr, que intentó asesinar a Ronald Reagan en 1981, declaró que estaba obsesionado con el libro.
  • Robert John Bardo, quien en julio de 1989 asesinó a la joven actriz Rebecca Schaeffer llevaba consigo una copia de esta novela de Salinger.




 Algunas citas:
  • "Odio vivir en Nueva York, odio los taxis y los autobuses de Madison Avenue, con esos conductores que siempre te están gritando que te bajes por la puerta de atrás, y odio que me presenten a tíos que dicen que los Lunt son unos ángeles, y odio subir y bajar siempre en ascensor, y odio a los tipos que me arreglan los pantalones en Brooks, y que la gente no pare de decir...”
  • "¿Te has hartado alguna vez de todo? - le dije -"
  • “No importa que la sensación sea triste o hasta desagradable, pero cuando me voy de un sitio me gusta darme cuenta de que me marcho. Si no luego me da más pena todavía”
  • “La vida es una partida y hay que vivirla de acuerdo con las reglas del juego.”
  • "De partida un cuerno. Menuda partida. Si te toca el lado de los que cortan el bacalao, desde luego que es una partida, lo reconozco. Pero si te toca del otro lado, no veo dónde está la partida. En ninguna parte. Lo que es de partida, nada."
  • “Me alegro de que inventaran la bomba atómica: así si necesitan voluntarios para ponerse debajo cuando la lancen, puedo presentarme el primero”
  • “Los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras”
  • “Aquel hotel estaba lleno de maníacos sexuales. Yo era problamente la persona más normal de todo el edificio, lo que les dará una idea aproximada de la jaula de grillos que era aquello”
  • “No hay sala de fiestas en el mundo entero que se pueda soportar mucho tiempo a no ser que pueda uno emborracharse o que vaya con una mujer que le vuelva loco de verdad”
  • “Me paso el día entero diciendo que estoy encantado de haberlas conocido a personas que me importan un comino. Pero supongo que si uno quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías de ésas”
  • “No sé por qué hay que dejar de querer a una persona sólo porque se ha muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo”
  • “Lo que haría sería hacerme pasar por sordomudo y así no tendría que hablar. Si querían decirme algo, tendrían que escribirlo en un papelito y enseñármelo. Al final se hartarían y ya no tendría que hablar el resto de mi vida. Pensarían que era un pobre hombre y me dejarían en paz.”
  • “He conocido a más pervertidos, en colegios y todo eso, que nadie haya conocido nunca, y siempre les da por ser pervertidos cuando yo estoy allí”
  • “Si yo fuera pianista, tocaría dentro de un maldito armario”
  • “Si haces algo bien, o te andas con cuidado o pronto querrás empezar a lucirte y entonces ya no eres tan bueno”
  • “Yo la uso para cazar personas” (En referencia a una gorra de cazador que Holden acababa de comprar)
  • “No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo”
  • Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adónde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura”
  • “Antes yo era tan tonto que la consideraba inteligente porque sabía bastante de literatura y de teatro, y cuando alguien sabe de esas cosas cuesta mucho trabajo llegar a averiguar si es estúpido o no. En el caso de Sally me llevó años enteros darme cuenta de que lo era. Creo que lo hubiera sabido mucho antes si no hubiéramos pasado tanto tiempo besándonos y metiéndonos mano.”
  • "Cuando ya había cerrado la puerta y volvía hacia el salón me gritó algo pero no lo oí muy bien. Estoy casi seguro de que me gritó "buena suerte" Espero que no, Dios quiera que no. Yo nunca le gritaría a alguien "buena suerte" Si lo piensas bien suena horrible.
  • "La mayoría de la gente se vuelve loca por los coches. Se preocupan si les hacen un arañazo y siempre están hablando de cuántos kilómetros hacen por litro de gasolina, y no han acabado de comprarse uno y ya están pensando en cambiarlo por otro más nuevo. A mí ni siquiera me gustan los viejos. Quiero decir que no me interesan nada. Preferiría tener un maldito caballo. Por lo menos los caballos son humanos, por el amor de Dios."
  • "Creo que ése es el problema que tengo. Por dentro debo ser el peor pervertido que han visto en su vida. A veces pienso en un montón de cosas raras que no me importaría nada hacer si tuviera la oportunidad."
  • "Pero lo que me pasa es que no me gusta la idea. Si se analiza bien, es bastante absurda. Si la chica no te gusta, entonces no tiene sentido hacer nada con ella, y si te gusta de verdad, te gusta su cara y no quieres llenársela de agua."
  • "Eso del sexo es algo que no acabo de entender del todo."
  • "Por ejemplo, yo me paso el día imponiéndome límites que luego cruzo todo el tiempo."
  • "Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a hablarles de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes de que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme aquí a reponerme un poco."
  • "Lo que más me gusta de un libro es que te haga reír un poco de vez en cuando."
  • "'Encantadores'. Esa sí es una palabra que no aguanto. Suena tan falsa que me dan ganas de vomitar cada vez que la oigo."
  • "No hay quien pare a un profesor cuando se empeña en una cosa. Lo hacen por encima de todo."
  • "Tuve suerte. Pude estar diciéndole a Spencer un montón de estupideces y al mismo tiempo pensar en los patos del Central Park. Es curioso, pero cuando se habla con un profesor no hace falta concentrarse mucho."
  • "El cuerpo de la mujer es como un violín y que hay que ser muy buen músico para arrancarle las mejores notas."
  • "Eso es lo malo de estar tan deprimido. Que no puede uno ni pensar."
  • "Para conocer a una chica no hace falta acostarse con ella."
  • "Recuerdo que una vez le pregunté a Childs si creía que Judas, el traidor, había ido al infierno."
  • "Le dije que apostaría mil dólares a que Cristo no había mandado a Judas al infierno, y hoy los seguiría apostando si los tuviera."
  • "Si quieren que les diga la verdad, no aguanto a los curas."
  • "No veo por qué no pueden predicar con una voz corriente y normal. Suena de lo más falso."
  • "Nunca puedo rezar cuando quiero. En primer lugar porque soy un poco ateo. Jesucristo me cae bien, pero con el resto de la Biblia no puedo."
  • "No crean que criticó a los católicos. Estoy casi seguro de que si yo lo fuera haría exactamente lo mismo."
  • "Hay cosas que no deberían cambiar, cosas que uno debería poder meter en una de esas vitrinas de cristal y dejarlas allí tranquilas. Sé que es imposible, pero es una pena. En fin, eso es lo que pensaba mientras andaba."
  • "En el momento en que la ví me entraron ganas de casarme con ella."
  • "¿Llego tarde? Le dije que no, aunque la verdad es que se había retrasado diez minutos. Pero no me importaba. Todos esos chistes del Saturday Evening Post en que aparecen unos tíos esperando en las esquinas furiosos porque no llega su novia, son tonterías. Si la chica es guapa, ¿a quién le importa que llegue tarde? Cuando aparece se le olvida a uno en seguida.”
  • "¿Has pensado alguna vez que a menos que hicieras algo enseguida el mundo se te venía encima?"
  • "Tienes que estudiar justo lo suficiente para poder comprarte un Cadillac algún día, tienes que fingir que te importa si gana o pierde el equipo del colegio, y tienes que hablar todo el día de chicas, alcohol y sexo."




LOS TEMAS:


Sinceridad.


Holden desprecia los convencionalismos sociales, los gestos cotidianos que, faltos de sinceridad, no son más que normas de educación o actos de conveniencia. A menudo se queja  de las palabras que, como "fantástico" o "estupendo", emplean los personajes con los que se encuentra y con las que éstos  aparentan siempre actitudes positivas ante la vida y ante los demás. Cuando Holden acude a un concierto o a una representación teatral, no puede evitar ver, tras los actores y los músicos y las poses con que estos se muestran, a la gente común que está deseando fumarse un cigarrillo o hacer descansar los pies en cuanto termine la representación. El joven errante aborrece cuanto el espectáculo tiene de falso, de pose y de representación.
A Sally Hayes, la chica con la que sale en New York, le propone en un momento dado casarse con ella, viajar y disfrutar de la vida; ella, como le dirá más adelante, "le da cien patadas", pero el joven insiste en repetirnos que, en el momento de hacerle esa propuesta, de verdad estaba sintiendo lo que decía; es sólo que se trataba más de un deseo que de una proposición seria. Por eso Holden no tiene problema en hablarle al final en términos muy duros y expresarle su desprecio, mezclado con compasión y también arrepentimiento por al trato infligido.


Fantasías e ilusiones.


A menudo el protagonista proyecta sus deseos y sueños sobre la realidad circundante, como en el caso anteriormente expuesto, en que fantasea con la idea de vivir tranquilo con Sally Hayes y recorrer el mundo, o, con mayor dosis de irrealidad, se imagina a sí mismo como un pistolero vengador que encaja dos balazos en el cuerpo del portero proxeneta que acaba de robarle y golpearlo. A este tipo de fantasías pertenece la imagen que da título al libro.


Teatro, cine y música.


El jazz es un arte propio de intelectuales que se pone de moda en los años cincuenta. Aunque Holden ha sido expulsado del colegio, muestra siempre una predisposición muy buena hacia las artes y la cultura. A menudo habla de cine y de música como un experto capaz de discernir lo verdaderamente bueno de aquello que el público consumista se traga sin digerir. Suele reflejar los comentarios estúpidos con los que el público alaba a los artistas famosos. Afirma que odia el cine, pero lo cierto es que sabe apreciar una obra de calidad. Holden cita con frecuencia nombres de artistas, cuya trayectoria conoce, al parecer, de antiguo, a pesar de su corta edad, y se queja de los que, conscientes de su éxito e incluso de su valía, caen en un comportamiento de divos que lo alejan de la sinceridad necesaria para los verdaderos artistas.


Literatura.


Holden es un gran lector o, al menos, un lector ávido. Aunque El guardián entre el centeno trata de respetar la verosimilitud de los gustos y preferencias de un muchacho de la edad de Holden, con frecuencia aparecen en la novela críticas literarias (Adiós a las armas, por ejemplo, novela escrita en 1929 por Ernest Hemingway) puestas en boca del protagonista, que comenta los títulos de su agrado. Por otra parte, uno de los primeros rasgos autobiográficos que nos ofrece el protagonista es la relación con su hermano, escritor que "se ha vendido" a Hollywood: allá obtendrá una bollante posición económica y social, con todo tipo de lujos y decadentes placeres, pero esa elección lo aleja irremisiblemente de su hermano, el cual desprecia semejante actitud tanto como a quienes no hacen más que hablarle de aquél.


Cultura.


Además de la Literatura y las otras artes, Holden se interesa por otros aspectos de la cultura. Una mañana se acerca al museo de Historia Natural de Nueva York, con la excusa de ir a ver a alguien, aunque sabe perfectamente que esa persona no se encuentra allí. Finalmente se dará la vuelta antes de entrar, e incluso expresará su repulsión a hacerlo, pero antes de volverse nos narra una gran cantidad de recuerdos agradables evocados por aquellas vitrinas llenas de objetos interesantes, conocidos de sobra por él.


Por otro lado, la relación con la cultura se asemeja muchísimo a la actitud propia de los artistas de la Beat Generation y otros intelectuales asociados: se trata de un acercamiento diferente al oficial, marginal y voluntariamente provocador, con grandes dosis de excentricidad y contradicción, y para nada pulcro: como Kerouak y los demás, Holden es bebedor y está muy interesado por el sexo. De hecho, es éste el tema con el que trata de entablar conversación con el personaje que él considera más intelectual de todos: Carl Luce, tres años mayor, muy inteligente y con un vocabulario que admira abiertamente. Luce se comporta con Holden de manera muy despectiva; apenas le dedica tiempo, a pesar de que Holden le suplica su atención y su ayuda, y se niega a seguir la conversación. Aún así, Holden se despide de él con admiración: "¡Qué tío, el tal Luce! No había quien le aguantara, pero la verdad es que se expresaba estupendamente. Cuando estábamos en Whooton él era el que tenía el mejor vocabulario de todo el colegio. De verdad. Nos hicieron un examen y todo." Carl Luce se muestra, pues, tan despreciable como otros personajes que Holden acribilla, pero, al menos, no es un ser falso; además, sus méritos  intelectuales parecen eximirlo de toda culpa.


El ocio.


Caso muy diferente del de la cultura con mayúsculas es el de los espectáculos y actividades de ocio. Holden acude a tales espectáculos como un ritual para relacionarse con otra gente (como cuando lleva a Hayes al teatro), pero los desprecia abiertamente y sin reservas. Por las páginas del libro aparecen además otras actividades como las de la pista de patinaje, el parque o las salas de fiestas, lugares propios de la sociedad de consumo de masas, donde la gente se amontona para entregarse a actividades despreciables y hablar de los temas insustanciales que asquean a Holden.


Nueva York.


La ciudad aparece como un personaje más. Holden la conoce como la palma de su mano y se mueve por ella, casi siempre en taxi, como pez en el agua, no obstante su corta edad. Así nos lleva por el parque, los museos, las calles, cuyas denominaciones (nombres o números) conoce incluso más allá de los suburbios. Nos presenta, asimismo, salas de fiestas, bares, teatros, restaurantes y escenarios propios de la vida adulta. Moviéndose por las calles de Nueva York, Holden parece más un perro viejo que un adolescente perdido.


Alcohol y sexo.


Allá donde va, el joven trata de obtener consumiciones de whisky u otras bebidas alcohólicas, aunque casi siempre se la deniegan, al ser evidente que se trata de un menor de edad. En su actitud ante el alcohol y otros vicios, Holden se comporta siempre como los viriles actores de las películas de cine negro de los años cuarenta y cincuenta: Humphrey Bogart, Brando, etc.; sin embargo, logra que el lector no lo perciba como una pose forzada, sino como un atributo de su desengañada personalidad. Holden reconoce ser virgen y, sin embargo, no vacila en contratar los servicios de una prostituta, a la que finalmente rechaza sin demasiados titubeos; a cambio, su virilidad queda aparentemente a salvo gracias a la entereza con que encaja los golpes del portero matón.


Religión.


A veces aparece la religión como un tema de menor importancia. El chico lo vive casi como un capricho de algunos sectores de la sociedad, los cuales parecen defender su credo como una seña de identidad, equiparable al estatus social, las preferencias musicales o la universidad en la que han estudiado otros. En cambio, Holden se revela como un ser espiritual cuando trata de conversar con Luce sobre sexo: ahí nos explica que rechazó a la prostituta porque él busca en el sexo una suerte de unión espiritual que se una a la comunión física.


La infancia


Holden ama la infancia porque está libre de la hipocresía y del protocolo de los adultos. El choque de esa inocencia y espontaneidad con la realidad que habitualmente lo circunda le provoca graves crisis de nostalgia y desilusión contemplativa. Su hermana Phoebe, que tiene solo diez años, es para él una referencia de más peso que cualquier adulto, y su único cariño absoluto. Bien es verdad que Phoebe posee una madurez y una lucidez propias de un adulto, pero es la sinceridad infantil lo que la convierte, a ojos de Holden, en un ser infalible, en el cual se puede confiar.





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