Lectura A
XI
Hermosas ninfas, que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;
agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:
dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,
que o no podréis de lástima
escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.
V
Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.
En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.
Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.
Cuando tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.
Lectura B:
EL LABRADOR AVARO
270 Había en una tierra - un hombre labrador,
que usaba de la reja - más que de otra labor;
más amaba la tierra - que amaba al Criador;
era de muchos modos - hombre revolvedor.
271 Hacía una enemiga, - hacíala en verdad:
cambiaba los mojones - por ganar heredad;
hacía en todas formas - tuertos y falsedad,
había mal testimonio - entre su vecindad.
272 Quería, aunque era malo, - bien a Santa María,
oía sus milagros - y todos los creía;
saludábala siempre, - decíale cada día:
«Ave gratia plena - que pariste a Mesías.»
273 Finó el arrastrapajas - de tierra bien cargado,
en soga de diablos - fue luego cautivado;
lo arrastraban con cuerdas, - de coces bien sobado,
el duplo le pechaban - el pan que dio mudado.
274 Doliéronse los ángeles - de esta alma
tan mezquina por cuanto la llevaban - diablos tan aína
quisieron acorrerla, - ganarla por vecina,
mas para hacer tal pasta - menguábales harina.
275 Si les decían los ángeles – de bien una razón,
ciento decían los otros - malas, que buenas non;
los malos a los buenos - teníanlos en rincón,
la alma por sus pecados - no salía de prisión.
276 Mas levantóse un ángel, - dijo: «Yo soy testigo,
verdad es, no mentira, - esto que ahora yo os digo:
fue de Santa María - su vasallo y amigo.
277 Siempre la mencionaba - al yantar y a la cena,
decíale tres palabras: - Ave, gratia plena.
La boca que decía - tan santa cantilena
no merece yacer - en tal mala cadena.»
278 Apenas que este nombre - de la Santa Reína
oyeron los diablos, - huyeron tan aína,
derramáronse todos - igual que una neblina,
desampararon todos -la pobre alma mezquina.
279 Los ángeles la vieron - ser tan desamparada,
con los pies y las manos - de sogas bien atada,
estaba como oveja - que yaciera enzarzada;
fueron y condujéronla - junto con su majada.
280 Nombre tan adonado, - lleno de virtud tanta,
el que a los enemigos - les persigue y espanta,
no nos debe doler - ni lengua ni garganta
que no digamos todos: - Salve, Regina sancta.
Lectura C
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La obra de Boccaccio tiene lugar en la encrucijada entre la Edad Media y el Renacimiento. Aunque sus escritos aún poseen rasgos propios del Medievo, el autor del Decamerón inaugura, junto con Dante y Petrarca, el Renacimiento para la literatura europea. Como veremos, si bien el lenguaje y el estilo de Boccaccio aún distan mucho del equilibrio, la armonía y la búsqueda espiritual que son, quizás, los rasgos más sobresalientes del Renacimiento, este autor pertenece ya plenamente a la nueva era por cuanto se refiere a sus intereses y mentalidad: Boccaccio, en sus escritos, de un laicismo absoluto, se interesa por el hombre, su conducta, su modo de habitar en sociedad; sus vicios y virtudes; sus inquietudes e imperfecciones.
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