Acto o cantar primero
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Narra las hazañas del Cid como prototipo
de nobleza heroica
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1
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El Cid sale de Vivar para el destierro
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(Narrador)
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De los sus ojos tan
fuertemente
llorando, |
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Tornaba la cabeza
y estábalos mirando. |
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Vio puertas abiertas
y postigos sin
candados, |
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Alcándaras vacías,
sin pieles y sin
mantos, |
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Y sin halcones
y sin azores
mudados. |
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Suspiró mío Cid
pues tenía
muy grandes cuidados. |
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Habló mío Cid,
bien y tan
mesurado: |
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(Cid)
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-¡Gracias a ti, señor
padre, que
estás en alto! |
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-¡Esto me han hecho mis enemigos
malos! |
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2
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El Cid ve agüeros en la salida
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(Narrador)
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Allí piensan aguijar,
allí
sueltan las riendas. |
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A la salida de Vivar,
tuvieron la
corneja diestra, |
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Y, entrando en Burgos,
tuviéronla
siniestra. |
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Meció mío Cid los
hombros y
movió la cabeza: |
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(Cid)
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-¡Albricias, Álvar
Fáñez,
que echados somos
de tierra! |
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3
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Entrada desoladora en Burgos
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(Narrador)
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Mío Cid Ruy Díaz
por Burgos
entraba, |
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En su compañía,
sesenta pendones
llevaba. |
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Salíanlo a ver
mujeres y
varones,2 |
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Burgueses y burguesas
por las ventanas
son, |
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Llorando de los ojos,
¡tanto
sentían el dolor! |
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De las sus bocas,
todos
decían una razón: |
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(Burgaleses)
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¡Dios, qué buen
vasallo, si
tuviese buen señor! |
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4
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Nadie da hospedaje al Cid por temor al Rey.
Sólo una niña de nueve años pide al Cid que se
vaya. El Cid acampa en la glera del río
Arlanzón
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(Narrador)
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Le convidarían de grado,
mas ninguno no
osaba; |
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El rey don Alfonso
tenía tan
gran saña; |
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Antes de la noche,
en Burgos de
él entró su carta, |
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Con gran recaudo
y fuertemente
sellada: |
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Que a mío Cid Ruy
Díaz, que
nadie le diese posada, |
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Y aquel que se la diese
supiese veraz
palabra, |
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Que perdería los haberes
y además
los ojos de la cara, |
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Y aún más
los cuerpos y las
almas. |
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Gran duelo tenían
las gentes
cristianas; |
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Escóndense de mío
Cid, que no le
osan decir nada, |
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El Campeador
adeliñó a su posada. |
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Así como llegó a la
puerta, hallola
bien cerrada; |
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Por miedo del rey Alfonso
que así lo
concertaran: |
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Que si no la quebrantase por
fuerza, que no se
la abriesen por nada. |
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Los de mío Cid
a altas voces
llaman; |
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Los de dentro
no les
querían tornar palabra. |
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Aguijó mío Cid,
a la puerta se
llegaba; |
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Sacó el pie de la estribera,
un fuerte golpe le
daba; |
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No se abre la puerta,
que estaba bien
cerrada. |
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Una niña de nueve
años a ojo
se paraba: |
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(Niña)
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¡Ya, Campeador,
en buena hora
ceñisteis espada! |
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El Rey lo ha vedado,
anoche de
él entró su carta |
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Con gran recaudo
y fuertemente
sellada. |
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No os osaríamos abrir
ni acoger por
nada; |
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Si no, perderíamos
los haberes y las
casas, |
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Y, además,
los ojos de las
caras. |
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Cid, en el nuestro mal
vos no
ganáis nada; |
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Mas el Criador os valga
con todas sus
virtudes santas. |
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(Narrador)
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1. Las siguientes palabras han aparecido en el texto. Primero, separa los sustantivos de los verbos:
Alcándara Halcón
Azor Cuidado, pesar.
Corneja Osar
Saña
Pendón Agüero
Vasallo Diestra/siniestra.
Tornar Glera
Recaudo Haberes
Vianda Vedar
2. A continuación, asocia cada término a un sinónimo o definición:
Percha para aves Atreverse
Pájaro de agüero agresividad
Pena Prohibir
Volver Ave rapaz
Posesiones Bandera
Izquierda Alimento
112
Estaba el Cid con los suyos en Valencia la mayor
y con él ambos sus yernos, los infantes de Carrión.
Acostado en un escaño dormía el Campeador,
ahora veréis qué sorpresa mala les aconteció.
De su jaula se ha escapado, y andaba suelto el león,
al saberlo por la corte un gran espanto cundió.
Embrazan sus mantos las gentes del Campeador
y rodean el escaño protegiendo a su señor.
Pero Fernando González, el infante de Carrión,
no encuentra dónde meterse, todo cerrado lo halló,
metióse bajo el escaño, tan grande era su terror.
El otro, Diego González, por la puerta se escapó
gritando con grandes: "No volveré a ver Carrión.
"Detrás de una gruesa viga metióse con gran pavor
y, de allí túnica y manto todos sucios los sacó.
Estando en esto despierta el que en buen hora nació
y ve cercado el escaño suyo por tanto varón.
"¿Qué es esto, decid, mesnadas? ¿Qué hacéis aquí
alrededor?"
"Un gran susto nos ha dado, señor honrado, el león."
Se incorpora Mío Cid y presto se levantó,
y sin quitarse ni el manto se dirige hacia el león:
la fiera cuando le ve mucho se atemorizó,
baja ante el Cid la cabeza, por tierra la cara hincó.
El Campeador entonces por el cuello le cogió,
como quien lleva un caballo en la jaula lo metió.
Maravilláronse todos de aquel caso del león
y el grupo de caballeros a la corte se volvió.
Mío Cid por sus yernos pregunta y no los halló,
aunque los está llamando no responde ni una voz.
Cuando al fin los encontraron, el rostro traen sin color
tanta broma y tanta risa nunca en la corte se vio,
tuvo que imponer silencio Mío Cid Campeador.
Avergonzados estaban los infantes de Carrión,
gran pesadumbre tenían de aquello que les pasó.
128
[...]
En el robledo de Corpes entraron los de Carrión,
los robles tocan las nubes, ¡tan altas las ramas son!
Las bestias fieras andan alrededor.
Hallaron una fuente en un vergel en flor;
mandaron plantar la tienda los infantes de Carrión,
allí pasaron la noche con cuantos con ellos son;
con sus mujeres en brazos demuéstranles amor;
¡mal amor les mostraron en cuanto salió el sol! […]
[…] Todos se habían ido, ellos cuatro solos son,
así lo habían pensado los infantes de Carrión:
«Aquí en estos fieros bosques, doña Elvira y doña Sol,
vais a ser escarnecidas, no debéis dudarlo, no.
Nosotros nos partiremos, aquí quedaréis las dos;
«no tendréis parte en tierras de Carrión.
«Llegarán las nuevas al Cid Campeador,
«así nos vengaremos por lo del león».
Los mantos y las pieles les quitan los de Carrión,
con sólo las camisas desnudas quedan las dos,
los malos traidores llevan zapatos con espolón,
las cinchas de sus caballos ásperas y fuertes son.
Cuando esto vieron las damas así hablaba doña Sol:
«Don Diego y don Fernando, os rogamos por Dios,
dos espadas tenéis, fuertes y afiladas son,
el nombre de una es Colada, a la otra dicen Tizón,
cortadnos las cabezas, mártires seremos nos.
Moros y cristianos hablarán de vuestra acción,
dirán que no merecimos el trato que nos dais vos.
Esta acción tan perversa no la hagáis con nos
si así nos deshonráis, os deshonraréis los dos;
ante el tribunal del rey os demandarán a vos».
Lo que ruegan las dueñas de nada les sirvió.
Comienzan a golpearlas los infantes de Carrión;
con las cinchas de cuero las golpean sin compasión;
así el dolor es mayor, los infantes de Carrión:
de las crueles heridas limpia la sangre brotó.
Si el cuerpo mucho les duele, más les duele el corazón.
¡Qué ventura tan grande si quisiera el Criador
que en este punto llegase mio Cid el Campeador!
Se han hartado de herirlas,
y han probado a ver quién daba los mejores golpes.
Ya no pueden ni hablar, doña Elvira y doña Sol,
en el robledal de Corpes las dieron por muertas.
Los infantes se llevaron los mantos y las pieles finas
y las dejan desmayadas en vestidos y camisas,
entre las aves y las bestias salvajes del monte.
Sabed que las dejaron por muertas, que no por vivas.