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viernes, 30 de octubre de 2015

El Cortesano de Castiglione: un modelo renacentista


El cortesano es un auténtico manual de civiltà del Renacimiento, una ruptura con los toscos modelos medievales, pero también tiene un contenido moral, político y filosófico. El perfecto cortesano, además de buenas maneras, ha de poseer virtudes éticas como moderación, templanza, modestia, autodominio y audacia disciplinada.
Uno de los aspectos más interesantes de la obra es el papel que se da a la mujer en este nuevo orden socio-cultural. Para empezar son dos mujeres, la duquesa de Urbino y su cuñada Emilia Pía, las que plantean la cuestión del “cortesano perfecto” y convocan el debate, que se desarrolla a los largo de cuatro veladas. Pero además, el III Libro se dedica a “la perfecta dama”, planteando la querella entre los que consideran a la mujer inferior al hombre y los que la consideran su igual, entre los que se encuentra Castiglione.
La defensa de la mujer en El cortesano la asume el Magnífico, Julián de Medici, que desarbola todos los argumentos sexistas de Gaspar Pallavicino, como cuando este evoca que casi todas las mujeres querrían ser hombres “por un cierto instinto natural que las lleva a desear su perfección”. A lo que sencillamente responde el Magnífico Julián: “no desean ser hombres por ser más perfectas, sino por alcanzar alguna libertad y huir de aquel señorío que los hombres malamente se han usurpado contra ellas”.

  El ideal del cortesano consiste en que: domine el buen ingenio y sea gentil hombre de rostro, de buen empleo de cuerpo, alcanzando una cierta gracia en su gesto; aquél que domine perfectamente las armas; que no sea en extremo grande ni extremo pequeño; que goce de una buena disposición y de músculos bien formados, mostrando en ellos fuerza y soltura.


Que sea un ser templado en sus palabras y que no presuma[...]; que se rija siempre con tan buen juicio, que no haga necedades ni locuras, si no que burle, ría, sepa estar falso, dance y se muestre en todo de buen arte que parezca sensato y discreto, y en nada le falte buena gracia; que sepa tocar instrumentos musicales; que sepa pintar y dibujar; que sepa escribir y hablar bien, pero que antes de hacerlo, este lleno de muchos conocimientos; que en todo sea prudente, más temeroso que atrevido y guardarse de darse a entender falsamente de lo que no sepa.

Que huya sobre el vicio de la afectación y que se aplique cuerdamente a todo lo que hubiere de hacer o decir; largo y abundoso en su conversación, y se ofreciese hablar en cosas graves, hable de ellas como un hombre sabio y prudente, teniendo juicio para saberse conformar con las costumbres de las tierras donde se hallaré; sea dulce y alegre teniendo siempre por fundamento la virtud; no envidioso ni maldiciente, ni cure de ganar amistades o haciendas por ruines caminos y vergonzosos ni por medios desastrosos.

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