El cortesano es un auténtico manual de civiltà del
Renacimiento, una ruptura con los toscos modelos medievales, pero
también tiene un contenido moral, político y filosófico. El perfecto
cortesano, además de buenas maneras, ha de poseer virtudes éticas como
moderación, templanza, modestia, autodominio y audacia disciplinada.
Uno de los aspectos más interesantes de la obra es
el papel que se da a la mujer en este nuevo orden socio-cultural. Para
empezar son dos mujeres, la duquesa de Urbino y su cuñada Emilia Pía,
las que plantean la cuestión del “cortesano perfecto” y convocan el
debate, que se desarrolla a los largo de cuatro veladas. Pero además, el
III Libro se dedica a “la perfecta dama”, planteando la querella entre
los que consideran a la mujer inferior al hombre y los que la consideran
su igual, entre los que se encuentra Castiglione.
La defensa de la mujer en El cortesano la asume el Magnífico,
Julián de Medici, que desarbola todos los argumentos sexistas de Gaspar
Pallavicino, como cuando este evoca que casi todas las mujeres querrían
ser hombres “por un cierto instinto natural que las lleva a desear su
perfección”. A lo que sencillamente responde el Magnífico Julián:
“no desean ser hombres por ser más perfectas, sino por alcanzar alguna
libertad y huir de aquel señorío que los hombres malamente se han
usurpado contra ellas”.
El ideal del cortesano consiste en
que: domine el buen ingenio y sea gentil hombre de rostro, de buen
empleo de cuerpo, alcanzando una cierta gracia en su gesto; aquél que
domine perfectamente las armas; que no sea en extremo grande ni extremo
pequeño; que goce de una buena disposición y de músculos bien formados,
mostrando en ellos fuerza y soltura.
Que sea un ser templado en sus palabras y que no presuma[...]; que se rija siempre con tan buen juicio, que no haga necedades ni locuras, si no que burle, ría, sepa estar falso, dance y se muestre en todo de buen arte que parezca sensato y discreto, y en nada le falte buena gracia; que sepa tocar instrumentos musicales; que sepa pintar y dibujar; que sepa escribir y hablar bien, pero que antes de hacerlo, este lleno de muchos conocimientos; que en todo sea prudente, más temeroso que atrevido y guardarse de darse a entender falsamente de lo que no sepa.
Que huya sobre el vicio de la
afectación y que se aplique cuerdamente a todo lo que hubiere de hacer o
decir; largo y abundoso en su conversación, y se ofreciese hablar en
cosas graves, hable de ellas como un hombre sabio y prudente, teniendo
juicio para saberse conformar con las costumbres de las tierras donde se
hallaré; sea dulce y alegre teniendo siempre por fundamento la virtud;
no envidioso ni maldiciente, ni cure de ganar amistades o haciendas por
ruines caminos y vergonzosos ni por medios desastrosos.
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