Miguel Hernández y Josefina Manresa tuvieron dos hijos. El primero, Manuel Ramón, nació en 1937 y murió a los pocos meses. A él le dedicó el poeta, entre otros, su poema Hijo de la luz y de la sombra, que musicó maravillosamente Joan Manuel Serrat.
Su segundo hijo, Manuel Miguel, nace en 1939, poco antes de que Franco declare terminada la guerra y Miguel Hernández sea apresado tras intentar huir a Portugal. En la cárcel, y como reflejan los poemas del Cancionero y romancero de ausencias, se debate entre la impotencia, la desesperación y la ilusión, aunque sea dolorosa, del recuerdo de su pequeña familia, que sufre fuera la dureza y la pobreza de los primeros años de la Posguerra.
Cuando Josefina le manda esta foto del pequeño con siete meses, escribe Miguel:
"No pasa un momento sin que lo mire y me ría, por muy serio que me encuentre, viendo esa risa tan hermosa que le sale delante de los cortinones y encima del catafalco ese en que está sentado. Esa risa suya es mi mejor compañía aquí y cuanto más la miro más encuentro que se parece a la tuya. Y los ojos, y las cejas y la cara entera. Este hijo nuestro, por quien no debes perder el ánimo y la confianza en esta vida, es más tuyo que mío. El otro era más mío..."
Y cuando Josefina le escribe contándole que sólo puede alimentarse con pan y cebolla (haciendo trágicamente realidad la frase aquella de "contigo pan y cebolla"), dicen que Miguel "permaneció recluido, con una gran depresión, en los dormitorios, sin salir al patio de la prisión. Después de dos días de "autoreclusión", apareció en el patio y recitó de memoria este poema a sus compañeros...". El poema, que luego enviaría a su mujer, son sus "Nanas de la cebolla"", según Concha Zardoya, "las más trágicas canciones de cuna de toda la poesía española". Porque era difícil pensar que unas canciones de cuna pudieran llegar a ser tan trágicas.
Aquí tenéis un fragmento de esa carta que Miguel Hernández escribió a su mujer:
NANAS DE LA CEBOLLA
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!
Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
Miguel Hernández, 1939
NANAS DE LA CEBOLLA
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
Explica las metáforas que contienen los versos en negrita:
1. En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
2. Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.
3. Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
4. Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
5. Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
6. Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
7. Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
[...]
8. ¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
9. Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.
[...]
10. Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.
11. Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.
12. Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
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