MERCUCIO
En verdad, querido Romeo, queremos que bailes.
No bailaré, creedme: vosotros tenéis tan ligero el espíritu como el calzado: yo tengo una alma de plomo que me enclava en la tierra, no puedo moverme.
Amante sois; pedid prestadas las alas de Cupido y volad con ellas a extraordinarias regiones.
Sus flechas me han herido muy profundamente para que yo me remonte, con sus alas ligeras, y puesto en tal barra, no puedo trasponer el límite de mi sombría tristeza. Me hundo bajo el agobiante peso del amor.
Y si os hundís en él, le abrumaréis; para el delicado niño sois un peso terrible.
¿El amor delicado niño? Es crudo, es áspero, indómito en demasía; punza como la espina
Si con vos es crudo, sed crudo con él; devolvedle herida por herida y le venceréis.] -Dadme una careta para ocultar el rostro. (Enmascarándose.) [¡Sobre una máscara otra! ¿Qué me importa] que la curiosa vista de cualquiera anote deformidades? Las pobladas cejas que hay aquí afrontarán el bochorno.
Vamos, llamemos y entremos y así que estemos dentro, que cada cual recurra a sus piernas .
Un hachón para mí. Que los aturdidos, de corazón voluble, acaricien con sus pies los insensibles juncos; por lo que a mí toca, me ajusto a un refrán de nuestros abuelos. -Tendré la luz y miraré. -Nunca ha sido tan bella la fiesta, pero soy hombre perdido.
¡Bah! De noche todos los gatos son pardos; era el dicho del Condestable: Si estás perdido, te sacaremos (salvo respeto) de la cava de este amor en que estás metido hasta los ojos.
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