Se suele considerar que la E. M. se inicia en el siglo V
con dos acontecimientos:
- La división del Imperio Romano por Teodosio en el 395.
- La caída de Roma en poder de los bárbaros en el 476.
La E. M. fue considerada durante
muchos años como una época de crueldad, de atraso, de oscurantismo y de
regresión. El Renacimiento, sin duda por su proximidad y por su espíritu de
reacción contra ella, se caracterizó por la total incomprensión de lo medieval.
Muchos estudiosos, aunque no
todos, han realizado en el siglo XX una valoración científica y medianamente
objetiva de la E. M. Entre ellos, destacan Ernst Robert Curtius y su
continuador Peter Dronke. A la luz de estos estudios, se la considera como una de las épocas más ricas y
fecundas de la historia, admirable por la profundidad de su filosofía, por la
visión armónica y sistemática de la vida y por la belleza estética de sus
producciones artísticas y literarias.
Complementariamente, la
concepción medieval de la existencia humana se halla animada por dos grandes
ejes: la fe cristiana y el sentimiento del honor. Religión y heroísmo
constituyen las bases de este pensamiento que tendrá muchos elementos en los
que falta la verdadera realización del individuo.
Religiosidad.
Durante la E. M. Europa
constituye una unidad religiosa en donde lo político y lo cultural se integran
plenamente. Toda la cultura está inspirada en la
religión. La filosofía, el arte y la ciencia medievales descansan
sobre la teología y están a su servicio. La vida terrenal se considera sólo
como un camino que conduce a la vida eterna. Esa unidad religiosa se proyecta
en el plano político en el cual se aspira a concretar una especie de Imperio
Universal. A su vez, la unidad está favorecida por el empleo de
una lengua común: el latín, única lengua de la filosofía, la teología y la
ciencia. Posteriormente coexistirán la literatura escrita en latín con la que
se escribe en lengua romance.
La Escolástica es la filosofía característica de la E. M. y ésta es
el resultado de la adaptación del pensamiento aristotélico a la concepción
cristiana.
Sentido heroico y caballeresco.
Después de la destrucción
del Imperio de Carlomagno (siglo IX), en la época de los primeros tiempos del
feudalismo, predomina el ideal épico y guerrero. La vida es dura, áspera,
austera. La poesía de los cantares de gesta
corresponde a este momento. Posteriormente, junto al espíritu heroico y
guerrero surge el sentimiento cortesano y caballeresco que se refleja en la
poesía de los trovadores.
Algunos caracteres literarios
Espontánea naturalidad. La literatura medieval se caracteriza por haberse formado sin tener en cuenta los modelos de la literatura greco-romana. Si bien Grecia y, sobre todo Roma, estaban muy cerca del pensamiento medieval, éstos —al menos al principio— prefirieron ignorarlos e intentaron ofrecer un modelo artístico diferente al de los clásicos; lo lograron parcialmente, porque finalmente concluyeron abrazando la causa clásica. Las obras latinas eran valoradas y estudiadas de acuerdo con la concepción cristiana. Teniendo en cuenta este aspecto, se estableció una selección: se prefirió a Virgilio en lugar de Homero y se despreció a Lucrecio, porque su concepción filosófica materialista no podía armonizar con la medieval.
Tendencia moralizadora y satírica. Derivado de su carácter religioso, la literatura medieval persigue un fin didáctico y moralizador, lo cual le resta —al menos en parte— el desarrollo artístico que mereció tener.
Lentitud del proceso de transformación. A diferencia del impulso renovador del Renacimiento y de la celeridad con que se suceden las tendencias literarias contemporáneas, la E. M. se caracteriza por la lentitud de su proceso de transformación. Existe una relativa inmovilidad o fijeza de los géneros literarios, aún cuando no debe exagerarse ese carácter. Hacer las cosas con tiempo puede representar un modo de actuar lento, pero ello no implica que los logros alcanzados fueran relativos o malos. No hay que olvidar que la E. M. es una época fecunda que contiene y desarrolla el germen del Renacimiento y no se la puede pensar como la metafórica “noche del mundo” como llegaron a decir algunos pensadores renacentistas y lo repitieron otros ignorantes contemporáneos.
Uniformidad. Afirma Brunetière que existe una asombrosa similitud entre las producciones literarias medievales de los diversos países europeos; pero esta similitud no debe exagerarse tampoco. Por ejemplo, el Cantar de los Nibelungos se diferencia de La Canción de Roldán por la mayor aportación mítico mágica que no destaca tanto en el segundo.
Impersonalidad. La falta de significación local y de significación individual le hace pensar al mismo Brunetière en este carácter de impersonalidad.
Espontánea naturalidad. La literatura medieval se caracteriza por haberse formado sin tener en cuenta los modelos de la literatura greco-romana. Si bien Grecia y, sobre todo Roma, estaban muy cerca del pensamiento medieval, éstos —al menos al principio— prefirieron ignorarlos e intentaron ofrecer un modelo artístico diferente al de los clásicos; lo lograron parcialmente, porque finalmente concluyeron abrazando la causa clásica. Las obras latinas eran valoradas y estudiadas de acuerdo con la concepción cristiana. Teniendo en cuenta este aspecto, se estableció una selección: se prefirió a Virgilio en lugar de Homero y se despreció a Lucrecio, porque su concepción filosófica materialista no podía armonizar con la medieval.
Tendencia moralizadora y satírica. Derivado de su carácter religioso, la literatura medieval persigue un fin didáctico y moralizador, lo cual le resta —al menos en parte— el desarrollo artístico que mereció tener.
Lentitud del proceso de transformación. A diferencia del impulso renovador del Renacimiento y de la celeridad con que se suceden las tendencias literarias contemporáneas, la E. M. se caracteriza por la lentitud de su proceso de transformación. Existe una relativa inmovilidad o fijeza de los géneros literarios, aún cuando no debe exagerarse ese carácter. Hacer las cosas con tiempo puede representar un modo de actuar lento, pero ello no implica que los logros alcanzados fueran relativos o malos. No hay que olvidar que la E. M. es una época fecunda que contiene y desarrolla el germen del Renacimiento y no se la puede pensar como la metafórica “noche del mundo” como llegaron a decir algunos pensadores renacentistas y lo repitieron otros ignorantes contemporáneos.
Uniformidad. Afirma Brunetière que existe una asombrosa similitud entre las producciones literarias medievales de los diversos países europeos; pero esta similitud no debe exagerarse tampoco. Por ejemplo, el Cantar de los Nibelungos se diferencia de La Canción de Roldán por la mayor aportación mítico mágica que no destaca tanto en el segundo.
Impersonalidad. La falta de significación local y de significación individual le hace pensar al mismo Brunetière en este carácter de impersonalidad.
Durante la Edad Media existieron múltiples puntos de contacto entre Europa y los territorios islámicos. Los principales estaban en Sicilia y España, sobre todo en Toledo. En Sicilia, después de la conquista islámica de la isla en el año 965 y su reconquista por los normandos en 1091, se desarrolló una intensa cultura árabe-normanda, con numerosos soldados, poetas y científicos islámicos en la corte. El marroquí Muhammad al-Idrisi escribió El Libro de los viajes agradables en tierras lejanas, uno de los grandes tratados geográficos de la Edad Media.
Las Cruzadas también intensificaron los intercambios entre Europa y el Levante, con las repúblicas marítimas italianas desempeñando un papel importante en estos intercambios. En el Levante, ciudades como Antioquía, culturas árabes y latinas se mezclaron. Durante los siglos XI y XII, muchos eruditos cristianos viajaron a tierras musulmanas a aprender ciencias. Asimismo, desde el siglo XI hasta el siglo XIV, numerosos estudiantes europeos asistieron a centros musulmanes de educación superior para el estudio de la medicina, la filosofía, las matemáticas, cosmografía y otros temas.
Transmisión de textos clásicos
Tras la caída del Imperio Romano y el inicio de la Edad Media, muchos textos de la antigüedad clásica no estuvieron disponibles a los europeos. Sin embargo, en el Medio Oriente muchos de estos textos griegos (como los de Aristóteles) fueron traducidos del griego al siríaco durante los siglos VI y VII por los monjes que vivían en Palestina, o por exiliados griegos de Atenas o de Edesa que visitaron centros islámicos de enseñanza superior. Muchos fueron conservados, traducidos y desarrollados por el mundo islámico, especialmente en los centros de aprendizaje, tales como Bagdad, donde una "Casa de la Sabiduría", con miles de manuscritos existía hacia el año 832. Estos textos fueron traducidos nuevamente a las lenguas europeas durante la Edad Media. Los cristianos orientales desempeñaron un papel importante en el uso de este conocimiento, especialmente a través de la Escuela Aristotélica cristiana de Bagdad en los siglos XI y XII.
Estos textos fueron traducidos al latín en múltiples formas. Los puntos principales de transmisión del conocimiento islámico hacia Europa estaban en Sicilia y Toledo, España . Burgundio de Pisa (muerto en 1193) descubrió en Antioquía textos de Aristóteles que se habían extraviado y los tradujo al latín.
En Oriente Medio, la
filosofía griega pudo encontrar cierto de apoyo de la mano
del recién creado Califato Islámico (Imperio islámico). Con la
extensión del Islam en los siglos VII y VIII, se produjo un periodo
de ilustración islámica que duraría hasta el siglo XV. En el mundo
islámico, la Edad Media se conoce como la Edad de Oro Islámica,
cuando prosperaron la civilización y la sabiduría islámica. A este
período dorado de la ciencia islámica contribuyeron varios
factores: el uso de una única lengua, el árabe, permitía la
comunicación sin necesidad de un traductor. Las traducciones de los
textos griegos de Egipto y el Imperio bizantino, y textos en
sánscrito de la India, proporcionaban a los eruditos islámicos una
base de conocimiento sobre la que construir. Además, estaba el Hajj: este peregrinaje anual a La Meca facilitaba la colaboración erudita
uniendo a las personas y favoreciendo la propagación de nuevas ideas
por todo el mundo islámico.
Edad de Oro del islam
Patio de los leones, en la Alhambra,
Granada (España).
La Edad de Oro del islam, también conocida como Renacimiento islámico se data comúnmente a partir del siglo VIII hasta el siglo XIII o incluso hasta el XV. Durante este periodo, ingenieros, académicos y comerciantes del mundo islámico contribuyeron enormemente en aspectos como las artes, agricultura, economía, industria, literatura, navegación, filosofía, ciencias y tecnología, preservando y mejorando el legado clásico por un lado, y añadiendo nuevas invenciones e innovaciones propias. Los filósofos, poetas, artistas, científicos, comerciantes y artesanos musulmanes crearon una cultura única que ha influenciado a las sociedades de todos los continentes.
Presentación literatura árabe
Las mil y una noches
Las mil y una noches (en árabe, ألف ليلة وليلة Alf layla wa-layla) es una célebre recopilación medieval en lengua árabe de cuentos tradicionales del Oriente Medio, que utiliza la técnica del relato enmarcado. El compilador y traductor de estas historias folclóricas al árabe es, supuestamente, el cuentista Abu Abd-Allah Muhammad el-Gahshigar, que vivió en el siglo IX. La historia principal sobre Scheherezade, que sirve de marco a los demás relatos, parece haber sido agregada en el siglo XIV.
La compilación árabe Alf Layla (Mil noches), originada alrededor del año 850, fue traducida probablemente a su vez de una versión anterior persa llamada Hazar Afsaneh (Mil leyendas) pero quizá se originó en la India. El nombre actual Alf Layla wa-Layla (literalmente "Mil noches y una noche") parece haber aparecido en la Edad Media y expresa la idea de un número transfinito, ya que 1000 representa la infinidad conceptual entre los grupos matemáticos árabes.
Compuesto por tres grupos de relatos, el libro describe de forma fantástica y algo distorsionada la India, Persia, Siria, China y Egipto. Hacia el año 899, los relatos, transmitidos oralmente, habían sido agrupados en ciclos. Se cree que muchas de las historias fueron recogidas originariamente de la tradición de Persia (hoy en día Irán), así como de Irak, Afganistán, Tajikistán y Uzbekistán, y compiladas más adelante, incluyendo historias de otros autores.
Estructura
Los cuentos de Las mil y una noches emplean la técnica de los “relatos enmarcados”: en lugar de ser independientes, cada una de las narraciones genera nuevas tramas, y un cuento lleva a otro antes de conocer el desenlace del primero.
En el primero, se cuenta que un rey deja al morir su reino a su hijo, el rey Schariar; el nuevo monarca, que quiere mucho a su hermano Schazamán, le da el reino de Tartaria. Schazamán planea ir a visitar a su hermano, pero antes descubre que su esposa le está engañando, así que les corta la cabeza a los culpables. En el palacio de su hermano, Schazamán descubre además que la esposa de éste también engaña al rey, al que va a contarle lo ocurrido.
Juntos descubren nuevos engaños de las mujeres, así que Schariar acaba encerrando a la sultana y matándola delante del visir. Luego, con su propia mano, decapita a todas las mujeres de la corte. Creyendo que todas las mujeres son igual de infieles, ordena a su visir que le consiga una esposa cada día, para matarla siempre tras pasar una noche con las infelices. Este horrible designio es quebrado por Sherezade, hija del visir: esta se ofrece como esposa del sultán y la primera noche logra sorprender al rey contándole un cuento. El sultán se entusiasma con el cuento, pero la muchacha interrumpe el relato antes del alba y promete el final para la noche siguiente. Así, durante mil noches. Al final, ella da a luz a dos hijos y después de mil y una noches, el sultán conmuta la pena y viven felices (con lo que se cierra la primera historia, la de la propia Sherezade).
Las historias son muy diferentes e incluyen cuentos, historias de amor o tanto trágicas como cómicas, poemas, parodias y leyendas religiosas musulmanas. Algunas de las historias más famosas de Sherezade circulan en la cultura occidental traducidas como Aladino y la lámpara maravillosa, Simbad el marino y Alí Babá y los cuarenta ladrones. Sin embargo, es posible que relatos tan famosos como “Aladino” o “Las aventuras de Simbad el marino” sean añadidos posteriores: algunos autores conjeturan que tras el éxito que tuvo el libro en el siglo XVII, muchos editores empezaron a añadir relatos al conjunto original. Los personajes de Aladino y Simbad podrían formar parte de esos añadidos, recogidos de la tradición oral de un cuentista cristiano de Alepo en Siria.
En muchas historias se representa a genios, espíritus fantásticos, magos y lugares legendarios que son mezclados con personas y lugares reales; el histórico califa Harún al-Rashid es un protagonista usual. A veces algún personaje en los cuentos de Sherezade comienza a contarle a otros personajes una historia propia, y esa historia puede incluir otra historia dentro de ella, lo que resulta en una textura narrativa jerárquica.
- Lee aquí la Historia de la Mujer Despedazada, de las Tres Manzanas y del Negro Rihán
- Sigue este enlace para una selección de historias de Las mil y una noches
Manda a tu voluntad, yo soy constante,
no temas de
mí olvido ni mudanza.
¿Cómo puede
olvidar quien desde tu partida
ya no
encuentra en la vida sabor, ni olvido en la distancia?
¡Por Dios!,
¡que jamás mi corazón amó de nuevo,
La
descripción de la naturaleza es, en Ibn Zaydun, un tema recurrente en las
composiciones que podríamos llamar de su tiempo de exilio. Sin embargo, no es el
suyo un espíritu inclinado a observar y reproducir la belleza que le rodea. Como
un místico, capaz tan sólo de ver la divina realidad en todos y cada uno de los
objetos en torno a él, también Ibn Zaydun es capaz solamente de percibir su
ambiente en función de su relación amorosa.
Y los
arriates con sus riachuelos de plata me sonríen
como con
collares desgarrados de tu cuello.
Cautivados
por las flores solícitas,
tan colmas de
rocío que inclinaban sus tallos.
como ojos que
contemplan mi descanso
y lloran por
mí lágrimas a raudales[17]
Se concluye
este breve apartado ejemplificando la
representación del amor en la poesía del poeta andalusí[18].
1
Un
extranjero en los confines de levante
da
gracias a la brisa,
porque lleva su saludo
hasta
occidente.
¿Qué
mal habrá en que el aliento
de la
brisa lleve
un
mensaje de amor que envía
un
cuerpo al corazón?
3
Me
dejaste, ¡oh gacela!,
atado
en manos del infortunio.
Desde
que me alejaste de ti,
no he
conocido placer de sueño.
¡Si
entrara en mi destino un gesto
tuyo
o una mirada fortuita!
Mi
intercesor -¡mi verdugo!-
en el
amor es tu bello rostro.
Estaba libre del amor
y yo
hoy me veo rendido.
Fue
mi secreto silencioso,
y
ahora ya se sabe.
No
hay escape de ti,
lo
que desees para mí,
así
sea.
5
¡Ay,
aquella gacela joven!
a
quien pedí el licor,
y me
dio generosa
el
licor y la rosa.
Así
pasé la noche
bebiendo del licor de su saliva,
y
tomando la rosa en su mejilla.
7
¡Aquellas gacelas de moradas tan amables para mí!
Mi
corazón les pertenece, las niñas de mis ojos, y el fondo de mi ser.
Tuyo
es mi amor. La humanidad entera me es testigo.
Tú
también lo serías si la envidia te abandonara.
Nunca
se perdiera la unión entre nosotros
si tú
hubieras amado como yo.
9
¡La
que deja humilladas a las ramas de largos cabellos
cuando se mece,
y
desprecia al cervatillo adormecido
cuando mira!
Te
rescata de mí un amante. Extraño caso:
siempre que ofendes tú, él ofrece disculpa
y
nunca me ha salvado de ti sentir la prevención.
Es
imposible que las mañas de la pasión usen cuidado.
Tu
amor es tentación predestinada.
¿Cómo
podría el joven defenderse de su destino?
11
Manda
a tu voluntad, yo soy constante,
no
temas de mí olvido ni mudanza.
¿Cómo
puede olvidar quien desde tu partida
ya no
encuentra en la vida sabor, ni olvido en la distancia?
Tú me
matas de amor y me sometes a pruebas de dolor,
me
rompes de pasión y me dejas en herencia el sufrimiento.
Si yo
guardara, infiel, el olvido en mi corazón,
no
esperaría más, ¡mi esperanza!, vivir contigo.
¡Por
Dios!, que jamás mi corazón amó de nuevo,
ni
pudo aceptar otro amor que el tuyo.
13
¡Oh
la peregrina distante cuyos lares están
en la
reserva del corazón!
Tus
bienes te hicieron olvidar al siervo
del
que tú solo eres señor.
Las
horas gozadas te alejaron de él
y ya
ni su recuerdo se asoma a tu frente.
Quieran mis vigilias sostener la esperanza
cuyo
sentido conocen tan sólo el destino y mis días.
15
¿Cuándo te contaré lo que me aflige?
¡Mi
consuelo y tormento!
¿Cuándo tomarán mis labios
el
lugar de la pluma al expresarme?
Bien
sabe Dios que yo
por
tu culpa me he puesto en este estado,
pues
no encuentro sabor en los manjares
ni
hallo grato el beber.
¡Tentación del devoto!,
¡oh
pretexto del seductor!
Tú
eres sol que se oculta
tras
un cendal a mis miradas.
La
luna, cuyo esplendor se filtra
a
través de la nube transparente,
es
igual a tu rostro cuando
bajo
el velo se alumbra.
|
2
¿Por
qué has cortado el lazo de la unión,
¡por
Dios santo!, y te haces tan altiva con el vil?
¿Por
qué rechazas la súplica de un amor
y una
amistad sincera del que ya tiene el cuerpo enfermo?
¿Por
qué no me visitas, ya que no sueles hacerlo
en
persona, con carta o mensajero?
Tu
veleidad desorienta mi astucia.
¿Acaso la astucia sirve de algo al fatigado?
4
¿Qué
mal puede haber en que te muestres compasiva
si tú
eres mi enfermedad y tú lo sabes?
Te
complace, ¡mi exigencia y mi deseo!,
estar
libre de mi queja
y
reírte del amor mientras yo lloro.
Dios
sea el juez de nuestro pleito.
Yo
exclamo, cuando el sueño se me escapa,
como
el afligido por su corazón enamorado:
¡La
que duerme y por cuyo amor sufro vigilias,
regálame el sueño!, ¡tú que duermes!
6
¿Acaso, cuando sabes la parte de mi amor que tomas
y no
ignoras el lugar que en mi corazón ocupas,
y
cómo el amor me guía y me dejo llevar con obediencia
y no
soporto más cadenas que las tuyas,
te
satisface que la enfermedad me revista como túnica al cuerpo?
He
teñido de negro por su causa mis ojos con vigilias.
Pasa
tus ojos sobre las líneas de mi escrito
y
encontrarás mis lágrimas desposadas con la tinta.
¡Por
Dios!, ¡que ya mi corazón se derrama
en su
lamento por un corazón tan duro!
8
¡Si
yo supiera que alguna vez te encontraré en la soledad,
para
poder quejarme de algo de lo que siento!
¡Dios
traiga el día en que pueda declarar mi amor
con
las lágrimas de mis ojos como testigo!
10
¿Cómo
puede el tiempo hacerme sentir la desolación
cuando tú eres mi compañía,
y
hacerme el día tan oscuro
cuando tú eres mi sol,
y
plantar en tu amor mis deseos,
pero
recoger la muerte entre los frutos
de mi
siembra?
Has
pagado con la traición mi lealtad
y has
malbaratado mi amor injustamente.
Si el
destino se sometiera a mi razón,
te
rescataría de sus contradicciones al precio
de mi
ser.
12
¡Por
el ramo oloroso cuyo perfume cura al enfermo;
alientos ungidos, dulce aroma!
Con
él me señalan los dedos suaves
de
una joven esbelta, sus ojos oscurecidos con colirio de magia.
Espléndida belleza hecha de amor asciende entre sus ramas,
enferma con almizcle de radiantes virtudes.
Cuando ofrece jazmines con su mano,
recibo estrellas luminosas de mano de la luna.
Tiene
virtudes dulces en un hermoso cuerpo,
una
elegancia como fragante perfume o aroma de vino,
y
consuela mi alma con una plática que me da contento
como
los deseos y la unión que siguen a la ausencia.
14
¡La
que hice famosa entre los hombres
por
mi corazón abrumado de anhelos y penas!
Ausente tú no encuentro ser que me consuele
y tú
presente toda la humanidad está conmigo.
|
V. AL-MUTAMID (1040-1095).
Si los andalusíes hubiesen compuesto cantares de gesta, su héroe
indiscutible hubiese sido el rey al-Mu`tamid de Sevilla. Al–Mutamid, ocupa un
distinguidísimo lugar entre los poetas árabes y por su extraño destino, y por la
trágica caída en que arrastró a todos los suyos, aparece como un héroe digno de
la poesía. A pesar de su índole malvada, este tirano cruel, no sólo fue amante y
favorecedor de las letras, sino también poeta y autor de muchas composiciones.
Sirva de ejemplo la siguiente a la ciudad de Ronda:
La perla de mis dominios, mi fortaleza te llano,
desde el punto en que mi ejercito, a vencer
acostumbrado, con lazas y con alfanjes,
te puso al fin en mi mano. Hasta que llega
a la cumbre de la gloria peleando, mi ejercito
valeroso no se reposa en el campo. Yo soy
tu señor ahora, tu mi defensa y amparo.
Dure mi vida, y la muerte no evitaran
mis contrarios. Sus huestes cubrí de oprobio.
En ellas sembré el estrago, y de cortadas
cabezas. Hice magnífico ornato, que ciñe,
cual gargantilla. Las puertas de mi palacio[19].
V. 1. LA POESÍA DE AL-MU`TAMID.
La poesía de
Al-Mu`tamid de Sevilla está, en gran parte, libre del lenguaje hermético para
los no iniciados que emplea con profusión la poesía árabe medieval. La clave de
su claridad se encuentra, tal vez, en un hecho extraliterario: su condición
real, que le permitió servirse de la poesía y no ser el sirviente de ésta.
Su poesía no está libre de retórica, pues utiliza diversos juegos
de palabras típicos de la poesía árabe: Tagnís o paranomasia, tadmín o
intercalación, e incluso un acróstico, pero siempre con un refinado equilibrio.
Su léxico, por otra parte, es sencillo, sin arcaísmos ni palabras rebuscadas.
Su lenguaje
poético parece centrarse en la antítesís, especialmente en la contraposición
luz/oscuridad, por lo que su poesía se convierte, en su primera época, en
nocturna y astral: la noche iluminada por los astros es la única descripción de
la naturaleza que se encuentra en sus poemas. Los otros elementos naturales
(jardín, flores, animales, agua) sólo aparecen como comparaciones
antropológicas. El léon será el guerrero; la gacela, la mujer; el agua será
metáfora de la generosidad como rocío o como nube y en sus poemas del exilio,
será llanto, hiperbólicamente transformado en lluvia y océano; los pájaros
serán, también en Agmat, metáforas de la libertad. La mujer será jardín
perfumado, rama por su cintura y rosa por sus mejillas, pero sobre todo astro:
La amada
¡Oh mi elegida entre todos los seres humanos!
¡Oh Estrella! ¡Oh luna!
¡Oh rama cuando camina,
oh gacela cuando mira!
¡Oh aliento del jardín, cuando
le agita la brisa de la aurora!
¡Oh dueña de una mirada lánguida,
que me encadena!
¿Cuándo me curaré? ¡Por ti daría la vista y el oído!
Tu frescor aliviaría
la oscuridad de mi corazón[20].
Y él mismo se describe como un astro, la luna, rodeado de los
antitéticos doncellas/estrellas y caballeros/tinieblas. La oposición
tinieblas/luz se convierte en tropos de los sentimientos:
La noche de tu ausencia es larga
¡Que nuestro abrazo de amor sea como el alba[21]!
Sin el contraste de las tinieblas, al-Mu`tamid no gusta demasiado
del sol diurno, símbolo de la gloria:
Nuestra gloria es como el sol, en altura y brillo[22].
Por eso lo prefiere velado, por la luna o las nubes:
Se levantó y veló de mis ojos con su figura,
el disco solar ¡Ojala se velase igual la desgracia!
Ella sabe sin duda que es una luna.
¿Qué puede ocultar el sol sino la faz de la luna?
Cuando te lanzaste al combate, enlorigado,
velado el rostro con el almófar,
creímos que tu rostro era el sol de la mañana,
velado por una nube de ámbar[23].
La noche tiene otro significado para el poeta: el sueño, lleno de
visiones eróticas. Sus poemas oníricos son los más sensuales, como vemos en este
poema:
Amor onírico
Te he visto en sueños en mi lecho
y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada,
era como si me abrazases y sintieses
el amor y el desvelo que yo siento,
es como si te besase los labios, la nuca,
las mejillas, y lograse mi deseo.
¡Por tu amor!, si no me visitase tu imagen
en sueños, a intervalos, no dormiría más[24].
El vehículo
normal de su poesía es la casída y la métrica clásica árabe. En los siguientes
ejemplos presentamos una antología de poemas del poeta, donde creemos que podrá
observarse su calidad poética[25].
TRES COSAS
Tres
cosas impidieron que me visitara
por
miedo al espía y temor del irritado envidioso;
la luz
de su frente, el tintineo de sus joyas
y el
fragante ámbar que envolvía sus vestidos.
Supón
que se tapa la frente con la amplia bocamanga,
y se
despoja de las joyas, más ¿Qué hará con su aroma?
EL COPERO, LA COPA Y EL VINO
Apareció, exhalando aromas de sándalo,
al
doblar la cintura por el esbelto talle,
¡Cuántas
veces me sirvió, aquella oscura noche,
en agua
cristalizada, rosas líquidas!
DESPEDIDA
Cuando
nos encontramos para despedirnos, de mañanita,
ya
tremolaban las banderas en el patio del alcázar;
eran
acercados los corceles, redoblaban los atabales:
eran las
señales de partida.
Lloramos
sangre, hasta que nuestros ojos eran como heridas
al fluir
aquel líquido rojo.
Y
esperábamos volver a vernos a los tres días...
¿Qué
habría sucedido si hubiesen sido más?
EL RELÁMPAGO
El
relámpago le asustó, cuando en su mano
el
relámpago del vino resplandecía.
¡Ojalá
supiera cómo, si ella es el sol de la mañana,
se
asusta de la luz!
|
CARTA
Te
escribo consciente de que estás lejos de mí,
y en mi
corazón, la congoja de la tristeza;
no
escriben los cálamos sino mis lágrimas
que
trazan un escrito de amor sobre la página de la mejilla;
si no lo
impidiera la gloria, te visitaría apasionado
y a
escondidas, como visita el rocío los pétalos de la rosa;
Te
besaría los labios rojos bajo el velo
y te
abrazaría del cinturón al collar;
¡Ausente
de mi lado, estás junto a mí!
Si de
mis ojos estás ausente, no de mi corazón.
¡Cumple
la promesa que nos hicimos, pues yo,
tú lo
sabes, cumplo mi parte!
LA AURORA LADRONA
Disfrazó
la pasión que quería ocultar,
más la
lengua de las lágrimas se negó a callar;
Partieron, y ocultó su dolor, más lo divulgó
el
llanto de la pena, tan evidente y balbuceante;
les
acompañé mientras la noche descuidaba su vestidura,
hasta
que apareció ante sus ojos una señal evidente:
Me
detuve allí perplejo: la mano de la aurora
me había
robado las estrellas.
EL CORAZÓN
El
corazón persiste y yo no cesa;
la
pasión es grande y no se oculta;
las
lágrimas corren como las gotas de lluvia,
el
cuerpo se agosta con su color amarillo;
y esto
sucede cuando la que amo, a mí está unida:
¿Qué
sería, si de mí se apartase?
|
VI. La
situación de la poesía en Oriente “la época del estado abbassi”.
Los poetas
árabes se cuentan por millares. Pero obsérvese que, ordinariamente, el europeo
ilustrado no podría mencionar un solo bardo árabe, a pesar de que los poetas
árabes son tan numerosos como las estrellas del firmamento o como las flores que
alegran el jardín del mundo[26].
Sin embargo, entre tanta abundancia, ocurre que para hallar, por ejemplo, un
europeo enterado de quién es el primero de los poetas árabes, al menos del
período de oro musulmán, hay que acudir a un especialista para que nos diga que
fue muy famoso Al Mutanabbi, que vivió entre los años 915 y 965
d.C.; y también lo fue el cínico y genial Abu Nowas ( 806-813).
A pesar de la división política, y lejos de destruir el impulso
de la cultura musulmana, los desórdenes sociales la estimularon. Indudablemente,
la época de los Abbassi es su Edad de Oro. Cualquiera que haya sido el papel
material y cultural desempeñado por las cortes de los príncipes, lo cierto es
que, frente a la cultura europea de la época, la cultura musulmana se
caracteriza socialmente por una difusión más amplia, ligada al desarrollo urbano
y a la fabricación del papel. La mayor parte de los «sabios» eran hombres que
tenían un oficio. No había ninguna ciudad, exceptuando las principales, que no
contase con una biblioteca o más, y con escuelas y estudiantes dependientes de
las mezquitas o de fundaciones privadas, ya que se consideraba que era una obra
pía contribuir a extender la ciencia. A lo largo de todo el mundo, se emprendía
la búsqueda de los manuscritos que contenían la ciencia y auténticos ejércitos
de copistas trabajaban para multiplicarlos. Los waqfs se encargaban de
su mantenimiento, igual que los maestros y sus discípulos, muchos de los cuales
no disponían de una gran fortuna. El oficio de librero era remunerador. Sin
embargo, antes del siglo XI, no hubo en ningún sitio una enseñanza
auténticamente oficial, lo que traía consigo una notable diversidad. Los
estudiantes, con frecuencia de cierta edad, iban de maestro en maestro, de
ciudad en ciudad, para completar su «búsqueda de la ciencia». «Leían bajo» la
supervisión de un maestro, o más exactamente, lo escuchaban tomando notas,
mientras leía un texto básico y lo comentaba, pata discutirlo después entre
ellos. Los que habían superado las pruebas estaban autorizados para transmitir
lo que el maestro les había transmitido a ellos. El fin perseguido era llegar a
ser omnisciente.
Los letrados
y los sabios se encontraban en las audiencias, es decir, en los «salones» de los
mecenas. La atmósfera era liberal en extremo, a pesar del ardor de las
discusiones. En ningún otro lugar durante la Edad Media, y tampoco más tarde en
el mundo musulmán, podremos encontrar un ambiente similar.
En este
período, al igual que en los anteriores, no había una separación clara entre la
reflexión religiosa y el pensamiento literario o científico. Ciertamente, se
distingue entre las ciencias musulmanas y las restantes ciencias, pero apenas se
puede encontrar a alguien que no haya cultivado ambas y, de todos modos, los
problemas que se planteaban filósofos y sabios incidían necesariamente en el
terreno religioso.
En esta época, bajo el poder de la dinastía de los abasidas, el Islam alcanza el
máximo
esplendor en las ciencias y en las artes, haciendo de Bagdad el centro no sólo
político, sino también cultural del califato al que acuden la mayoría de
escritores, como el persa Bachchar Ibn Bourd (del 783); Al Bohtori nacido en 820
y muerto en 897; la poetisa Fadhl (del 873), célebre como admirable
improvisadora, y otros muchos. Al mismo tiempo se hizo notar la influencia de
Persia, con su refinamiento, su elegancia, su cultura, y, fundiéndose con las
cualidades árabes, dio por resultado el gran período clásico o Siglo de Oro de
la literatura árabe, en el que
observamos -en los países
conquistados por los musulmanes- un desarrollo progresivo y rápido, pues todos
se esfuerzan en aprender la lengua del Islam. Pero muchos no se contentan con
esto, sino que también quieren dominarla a la perfección y dominar su
literatura. Cuando nos acercamos a la mitad del siglo II de la Hégira (VIII y IX
d.C.), nos encontramos con muchos poetas que no son árabes, sino que pertenecen
a los pueblos extranjeros dominados por los árabes[27].
En este período, la
producción literaria adquiere un nuevo carácter. Compuesta por una sociedad
urbana, está dirigida por primera vez a las poblaciones de estirpe no árabe.
Si pasamos revista a los poetas que sobresalieron en esta época,
ornato de Bagdad, de los que se enorgullece la civilización islámica, hallaremos
que muchos son persas, o bien de origen semita (arameo y nabateo), que conocen
la lengua árabe y destacan en la misma, dando lugar a que surjan poetas que
rivalicen con los poetas árabes y puedan alcanzar la posición de primerísima
figura.
A medida que
avanza el siglo II de la Hégira (VIII y IX d.C.), comprobamos que la lengua
árabe, restringida al norte de la Península Arábiga, solamente es hablada por
tribus de beduinos cuya forma de vida tan agreste es lo más penoso que se pueda
describir, aunque más tarde se dulcificó. Esta lengua pudo reunir la literatura
de la India, la filosofía de los griegos y la cultura de los persas. Todo esto
transcurre en tan poco tiempo que no podemos afirmar que fuera suficiente para
transferir estas culturas a una sola lengua, de forma que se transformen estas
comunidades en una sola de sentimiento y pensamiento homogéneos, en una sola
cultura donde no resalte diferencia alguna[28].
Pero alejados
de Bagdad, brillaban Abu Temmam (del 846), autor de la antología llamada
Hamasa (que literalmente significa la fuerza); Al-Mutanabbi
(915-965),
el poeta famoso de noble entonación en sus versos ampulosos de
aspirante a profeta y a rey; Abu Firas al-Harndani,
el que
muchos consideran creador de un arte ingenioso y sugestivo y cuya corte de Alepo
fue un centro de cultura donde brilla también Al-Mutanabbi.
En este período clásico de
la literatura árabe, la casida adquiere un carácter cada vez más
ceremonial, pues se enriquece de tecnicismos y de artificiosidad persiguiendo la
belleza de la metáfora y de los símiles. Éste es el “nuevo estilo”, llamado por
los filólogos al-badiâ, que fue adoptado por vez primera con éxito por
Bashshar Ibn Burd. Pero su principal exponente es Abu an-Nowas, que se educó en
la escuela de Basra y vivió en la corte del gran califa Harun al-Rashid.
Abu an-Nowas
(h. 139 – h. 199),
alegre y cínico, cantor del vino y de las tabernas, de las danzarinas y de los
efebos, de los jardines y de las aguas claras, funde el sentimiento persa del
dolor cósmico con la índole pasional de los beduinos. En edad tardía se dedica a
la mística componiendo poemas ascéticos.
Muy distinto es su austero
contemporáneo Abu al-Âatahiya (h. 748 - h. 825), de personalidad ascética y
poeta en una lengua sencilla accesible al pueblo.
Al Mutanabbi
(915-965)
Abul Tayyib Ahmad ibn al
Hussein, al-Mutanabbi, nació en Cufa (Irak), en el barrio de los Kindíes, en el
año 915, el año 303 de la Hégira. Su padre era un humilde aguador, un beduino
agobiado por la ciudad, pero descendiente de la orgullosa tribu de los Banu
Ju‘fi. Desde niño, Mutanabbi mostró un talento especial para componer versos y
recibió la educación más esmerada que la pobreza de su familia permitió. En 927
pasó una larga temporada en el desierto de la Samawa, en donde además de
aprender árabe clásico, se "beduinizó" y participó en algunos hechos de armas.
Un poco después viviría la gran aventura que deja entrever la soberbia que lo
empujaría a buscar en la poesía la expresión más rigurosa y atrevida, y que al
final lo perdería. En 933 se interna de nuevo en el desierto y emprende una
reescritura poética del
Corán[29].
Se finge milagroso y algunos clanes lo siguen.
Abul Tayyib se autoproclama
profeta, de ahí el apodo "Mutanabbi" (el que se las da de profeta). La aventura,
por supuesto, terminó en la cárcel y sólo la benevolencia de un emir, que
atribuyó a la juventud del acusado la descabellada empresa, impidió que
Mutanabbi muriera. Tras obtener su libertad, comenzó un frustrante vagabundeo
hasta que en 948 llega ante el temido Sayf al-Dawla de Alepo, "Espada del
Estado". El valor, la cuna y la generosidad de al-Dawla encontraron su par en el
orgullo y el talento de Mutanabbi y se establece así una relación que habría de
durar nueve años, nueve años de amistad, guerra, cacerías y luto. Sayf al-Dawla
sería reconocido en todo el Islam y a través de los siglos gracias a las odas
–llamadas el Saffiyat– que el poeta compuso en su honor. Pero las
intrigas de los envidiosos y la falta de astucia de Mutanabbi, cuyo feroz
carácter le impedía defenderse de las intrigas, los separaron.
Comenzó entonces un
vagabundeo que, después de las glorias que conoció junto al príncipe de Alepo,
hubo de ser muy amargo. En septiembre de 957 tuvo que componer un panegírico en
honor del visir Kafur de Fostat, en el Cairo Viejo, y la falta de sinceridad es
evidente en el poema. Kafur era un esclavo etíope y eunuco, brillante estadista,
pero muy distinto del temerario al-Dawla. Después de una agrio ruptura,
Mutanabbi se vio obligado a huir, dejando atrás los más ofensivos poemas
burlescos, en los que quedan manifiestas la hiel y la rabia.
Hubo de buscar nuevos
patronos, ninguno satisfactorio. El poeta, iracundo, ve cómo se repiten los días
extenuantes de su juventud, en los que tanto se fatigó buscando un patrono digno
de su pluma. En 965, cuando su caravana se acercaba a las puertas de Bagdad, fue
sorprendido por los beduinos de la tribu Assad. Mutanabbi y su hijo son
acuchillados –se cree que por órdenes de Kafur– y los manuscritos del poeta se
pierden en las arenas del desierto.
Abú-l-´Alá´ al-Ma´arri (973-1057 ó 1058)
A partir del año 1000, se inicia la llamada segunda época abbási,
de franca decadencia literaria. Con el
transcurso de los años, la poesía mira cada vez más a la elegancia de la
expresión y a ela riqueza del lenguaje mientras que el contenido pierde poco a
poco importancia. La aparición insólita e inesperada de un poeta ilustre
es la de Abú-l-´Alá´ al-Ma´arri
(973-1057 ó 1058),
del que contamos con dos colecciones: una, Saqt az-land (Chispas del
eslabón), recoge las primeras poesías, las menos originales; la otra,
Luzumiyat (Obligaciones de lo que no obliga), refleja su desprecio por la
vida, cantada con acentos llenos de amargura y escepticismo.
La noche es una novia
Aunque con vestido negro hay tal vez una
noche tan hermosa como el alba.
En ella nos precipitamos con alegría cuando se detuvo, inquieta, la Pléyade de estrellas.
La noche es una novia oscura que usa collares de perlas.
Esta noche el sueño huyó de mis párpados tal como lo que tranquiliza se evade del corazón del temeroso.
Se diría que la luna creciente desea la Pléyade y que juntas se abrazan para un primer adiós.
¡Ay, nosotros los náufragos!
En ella nos precipitamos con alegría cuando se detuvo, inquieta, la Pléyade de estrellas.
La noche es una novia oscura que usa collares de perlas.
Esta noche el sueño huyó de mis párpados tal como lo que tranquiliza se evade del corazón del temeroso.
Se diría que la luna creciente desea la Pléyade y que juntas se abrazan para un primer adiós.
¡Ay, nosotros los náufragos!
¿Cómo podrían salvarnos dos estrellas, que
en lo oscuro también han naufragado?
La Quilla de la nave Argos es como la mejilla roja de la amada, como el cuerpo del amante en el amor.
Sus pies estelares se mantienen detrás de él y él está en lo imposible
La Quilla de la nave Argos es como la mejilla roja de la amada, como el cuerpo del amante en el amor.
Sus pies estelares se mantienen detrás de él y él está en lo imposible
como el que camina con los tobillos
quebrados.
Luego se blanquearon las sienes de la noche
Luego se blanquearon las sienes de la noche
que se alarmó de estar tan desamparada: bajo
el azafrán ocultó la aurora[30].
El camino del sediento
Muchos protegen sus mejillas de los besos
y no saben qué polvo vendrá a apoderarse de
ellas.
Otros atan a su cuello todas las desdichas del mundo
Otros atan a su cuello todas las desdichas del mundo
y ni siquiera pueden soportar su propio
collar.
Puede ser que el sediento que va hacia el manantial sólo encontrará allí la muerte[31].
Puede ser que el sediento que va hacia el manantial sólo encontrará allí la muerte[31].
Una palabra de eternidad
Me he alejado de los hombres hasta que no
hubiera ya ni uno que se dijera mi hermano,
y defendí a mis enemigos al grado de que
nadie me vuelva a considerar un enemigo.
La desdicha se me volvió fácil de soportar como si empezara a amarla.
Se diría que soy una palabra en la lengua de la eternidad, una palabra cargada de fines infinitos.
Algunos insisten en que quieren comprenderme, como si machacaran un sentido multiplicado.
Si sólo a mí me dieran el paraíso, detestaría esa soledad celeste.
¡Que las nubes que en todos lados se esparcen no lluevan ni sobre mi tierra ni sobre mí! [32]
La desdicha se me volvió fácil de soportar como si empezara a amarla.
Se diría que soy una palabra en la lengua de la eternidad, una palabra cargada de fines infinitos.
Algunos insisten en que quieren comprenderme, como si machacaran un sentido multiplicado.
Si sólo a mí me dieran el paraíso, detestaría esa soledad celeste.
¡Que las nubes que en todos lados se esparcen no lluevan ni sobre mi tierra ni sobre mí! [32]
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