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martes, 15 de mayo de 2018

Temas y estilo en El talento de Mr. Ripley




   El tema constante en la obra de Patricia Highsmith es el horror instalado en lo cotidiano: la angustia, el desasosiego, la amenaza… que surgen de repente en medio de la existencia más rutinaria, como fantasmas que se instalan en la mente de los personajes.

El talento de Mr. Ripley es una novela compleja, en la que se abordan muchos temas diferentes siempre en relación a un tema central: los conflictos interiores del hombre contemporáneo: la propia identidad, la culpa, la relación con los demás, la integración en la sociedad o la ambición.


La película Bienvenidos al sur expresa de forma cómica las diferencias entre el carácter del norte, industrial y moderno, frente al atrasado sur. La película se desarrolla, precisamente, en un pueblo de Nápoles, justo al lado de Mongibello:




1. Di cuáles son las diferencias entre esos modos de vida a los que nos referimos:
  • La cultura anglosajona, del norte, tiene fama de ser...
  • Los mediterráneos son, más bien...


Trata de aportar algunos ejemplos concretos del libro que avalen o discrepen de estos tópicos. ¿Por qué piensas que Dickie no quiere volver a Estados Unidos?  




"We need criminals to identify ourselves with, to secretly envy and to stoutly punish. They do for us the forbidden, illegal things we wish to do"
Karl A. Menninger



El mal


   El interés de Patricia Hisghsmith por la psicología criminal la lleva a plantear estos conflictos en personalidades extremas, perturbadas, que le sirven como objeto de análisis de las desviaciones de la mente humana hacia la mentira y el crimen. Una de sus influencias principales es la Karl Menninger, cuyo libro La mente humana, que incluye estudios científicos sobre conductas anormales y casos de pacientes con enfermedades mentales, es fundamental en la obra de Highsmith.

Patricia Highsmith en Nueva York (1941).
"Solo en estos últimos años me he dado cuenta de que en mi escritura ha tenido una importante influencia un libro llamado The Human Mind (La mente humana), de Karl Menninger, que mis padres compraron casualmente cuando yo tenía ocho o nueve años. Ese libro trata de aberraciones y enfermedades mentales y presenta resúmenes de casos en los que se ofrece en negrita el historial o los síntomas de un paciente —cleptomanía, piromanía, pederastia, esquizofrenia paranoide, por ejemplo— y debajo, en tipografía normal, los comentarios del psiquiatra acerca de si esa persona se curó o no, o sobre si había o no alguna esperanza para aquel caso. De niña me fascinó aquel grueso tomo, aunque no me di cuenta del efecto causado en mí hasta que pasaron algunos años. Pero el hecho de que empezara a escribir historias breves de carácter retorcido o psicópata cuando tenía quince o dieciséis años habla de la influencia que tuvo ese libro, que para mí era como una colección de cuentos de hadas; cuentos reales en cualquier caso".


Patricia Highsmith. Prólogo del libro Escalofríos (1989).

  

   La propia autora expresó que el propósito de su novela era mostrar el triunfo del mal sobre el bien. Aquí el mal aparece personificado en la figura de Tom Ripley: peligroso, perturbado, mentiroso, desequilibrado… y a la vez lógico y pragmático en sus actuaciones. Carece de sentimiento de culpa, aunque tampoco disfruta con el crimen, que no es más que una vía para lograr sus propósitos.


Dickie permaneció totalmente callado durante todo el viaje. Fingiendo tener sueño, cruzó los brazos y cerró los ojos. Tom, sentado ante él, se puso a observar surostro huesudo y arrogante, bien parecido, las manos adornadas con los dos anillos, el de la piedra verde y el de oro. Se le ocurrió robar el primero cuando se fuese. 
Resultaría tan fácil: Dickie se lo quitaba para nadar; a veces incluso lo hacía para ducharse en casa. Tom decidió hacerlo en el último momento. Clavó su mirada en los párpados de Dickie, sintiendo que en su interior hervía una mezcla de odio, afecto, impaciencia y frustración, impidiéndole respirar libremente. Sintió deseos de matar a Dickie. No era la primera vez que pensaba en ello. Antes, una o dos veces, lo había pensado impulsivamente, dejándose llevar por la ira o por algún chasco, pero luego, a los pocos instantes, el impulso desaparecía dejándole avergonzado. Pero ahora pensó en ello durante todo un minuto, dos minutos ya que, de todas formas, iba a alejarse de Dickie y no tenía por qué seguir avergonzándose. Había fracasado con Dickie, en todos los sentidos. Odiaba a Dickie, y le odiaba porque, como quiera que mirase lo sucedido, el fracaso no era culpa suya, ni se debía a ninguno de sus actos, sino a la inhumana terquedad de Dickie a su escandalosa grosería. A Dickie le había ofrecido amistad compañía, y respeto, todo lo que podía ofrecer, y Dickie se lo había pagado con ingratitud primero, ahora con hostilidad. Dickie, sencillamente, le estaba echando a empujones. Tom se dijo que si le mataba durante aquel viaje, le bastaría con decir que había sido víctima de un accidente. 
De pronto, se le ocurrió una idea brillante: hacerse pasar por Dickie Greenleaf. Era capaz de hacer todo cuanto hacía Dickie. Podía, en primer lugar, regresar a Mongibello a recoger las cosas de Dickie, contarle a Marge cualquier historia, montar un apartamento en Roma o en París, donde cada mes recibiría el cheque de Dickie. Le bastaría con falsificar su firma. No tenía más que meterse en la piel de Dickie. No le resultaría difícil mover a míster Greenleaf a su antojo. Lo peligroso del plan, incluso lo que tenía inevitablemente de efímero y que comprendía vagamente, no hacía más que acrecentar su entusiasmo. Empezó a pensar en cómo ponerlo en práctica. 
«El mar. Pero Dickie era tan buen nadador...», se dijo Tom. «El acantilado. Sería fácil precipitar a Dickie desde algún acantilado aprovechando uno de sus paseos por los alrededores.» 
Pero se imaginaba a Dickie aferrándose a él y arrastrándole en su caída y sintió que su cuerpo se tensaba hasta que le dolieron los muslos y las uñas se le clavaron en las palmas de las manos. Pensó que tendría que hacerse con el otro anillo, y teñirse el pelo de un color un poco más claro. Aunque no viviría en un sitio donde viviesen también personas que conocían a Dickie. Lo único que tenía que hacer era tratar de parecerse a él lo suficiente para poder utilizar su pasaporte. 
Dickie abrió los ojos, mirándole directamente, y Tom relajó el cuerpo, hundiéndose en el asiento con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, con un gesto tan rápido que pareció que se hubiese desmayado. 

—¿Te encuentras bien, Tom? —preguntó Dickie, zarandeándole una rodilla.


2. Trata de señalar tres cualidades positivas y tres negativas propias de Tom Ripley. Haz lo mismo con el personaje de Dickie. ¿Piensas que Tom actúa de una manera premeditada o más bien improvisa? Aporta ejemplos.



El deseo de integración



   Ripley se considera un don nadie, que debe esforzarse para ser aceptado. Envidia a otros, como Dickie, que forman parte del grupo de manera natural, por sí mismos.

Anhela ser parte de esos grupos sociales, desea ante todo agradar, ser simpático, y no duda para ello en actuar según lo que intuye que esperan de él y no según sus propios impulsos. Este deseo compulsivo de integración deriva, paradójicamente, en un inmenso rencor hacia esos mismos que no terminan de aceptarlo. Desprecia, al comienzo de la novela, a sus propios amigos, a los círculos en los que se mueve, y envidia el modo de vida de los más ricos. Pero acaba también sintiéndose solo y despreciando igualmente a sus nuevas amistades.

3. Trata de establecer una relación entre el rencor o el deseo de integración de Tom, por un lado, y el rencor o el deseo de integración de Patricia Highsmith y la Beat Generation, por otro (puedes consultar la entrada sobre el contexto de la obra, así como la biografía de la autora). Dicho de otra forma: ¿crees que Highsmith tendría necesidad de sentirse integrada en la sociedad? ¿qué piensas que criticaría? ¿Y los autores de la Beat Generation?



Los límites de la identidad



     Uno de los más importantes efectos de la crisis de valores del mundo contemporáneo, el que surge tras la Segunda Guerra Mundial, es la desorientación. El individuo se siente perdido, en medio de un mundo que le ofrece grandes posibilidades de bienestar material –la sociedad de consumo- pero que al mismo tiempo ha perdido el sentido de lo esencial, sustituyéndolo por lo inmediato –el placer, los bienes, le existencia-. La apariencia cobra más importancia que la propia esencia, lo externo se impone a la interioridad. De este modo, la vida se convierte en una representación, en la que basta con una adecuada caracterización para convertirse en el personaje.



       Esto lo comprende Tom Ripley a la perfección: entiende que los trajes de Dickie, la voz de Dickie, el estilo de Dickie… lo convierten en Dickie. Es el tema del doble, pero aquí la suplantación va más allá de lo meramente externo –de hecho, no son tan parecidos físicamente: los límites de la identidad son tan difusos que basta con adoptar el aspecto de otro para acabar siendo ya ese otro.

4. ¿Piensas que la apariencia tiene importancia en la sociedad actual? ¿Qué objetos o actitudes tienen como fin el aparentar y demostrar estatus? ¿Es posible que en otras épocas no existiese ese afán de exhibirse?
Un refrán que contradice esa actitud es "aunque la mona se vista de seda, mona se queda", que asegura que por mucho que uno adopte atributos propios de otra persona es imposible que llegue a sustituirla. ¿Estás de acuerdo?
El texto dice "El individuo [...] ha perdido el sentido de lo esencial, sustituyéndolo por lo inmediato": ¿A qué crees que se refiere al hablar de "lo esencial?



Inesperadamente, tuvo el capricho de llevar una gorra, y se compró una en la camisería del buque, un modelo muy conservador, confeccionado con suave lana inglesa de un gris azulado. La visera le servía para ocultar casi todo el rostro cuando deseaba echar una sueñecito en una silla de cubierta o cuando fingía estar durmiendo. La gorra era lo más versátil de todas las prendas para la cabeza, y Tom se preguntó cómo no se le habría ocurrido comprarse una mucho antes. Con una gorra podía hacer el papel de propietario rural, de criminal, de súbdito inglés o francés, o, simplemente, de americano excéntrico; todo dependía del modo en que la llevase puesta. Pasaba buenos ratos probándosela de distintas formas ante el espejo del camarote. Siempre había creído que su rostro era el más inexpresivo del mundo, un rostro sumamente fácil de olvidar, con un aire de docilidad que no acababa de comprender, unido a una vaga expresión de temor que jamás había logrado borrar. Era, en resumen, el rostro de un verdadero conformista. Pero la gorra hacía que todo aquello cambiase, dándole un aire rural, de Greenwich, Connecticut... Ahora se había convertido en un joven que gozaba de una renta propia y que, tal vez, no hacía mucho que había salido de Princeton. Se compró una pipa para que hiciera juego con la gorra.

Estaba empezando una nueva vida. Se habían acabado todas las gentecillas de medio pelo entre las que se había movido durante los últimos tres años en Nueva York. Se sentía tal como él imaginaba que se sentían los emigrantes al dejarlo todo atrás —amigos, parientes, errores del pasado— y salir de su país rumbo a América. Era como hacer borrón y cuenta nueva. Cualesquiera que fuesen los resultados de su misión ante Dickie, pensaba salir airoso de ella y hacer que mister Greenleaf lo supiese, respetándole por ello. Tal vez no regresaría a América cuando se le acabase el dinero de mister Greenleaf. Tal vez encontraría un empleo interesante, en un hotel, por ejemplo, donde necesitasen una persona inteligente y desenvuelta que, además, hablase inglés. O quizá obtendría la representación de alguna compañía europea y viajaría por todo el mundo. O puede que surgiera alguien a quien le hiciese falta un joven exactamente como él capaz de llevar un coche, hábil con las cifras, con suficiente gracia para entretener a la abuela de alguien o escoltar a una joven a fiestas y bailes. La versatilidad era lo suyo, y el mundo era muy ancho. Se juró a sí mismo que, tan pronto pescase un empleo, lo conservaría. ¡Paciencia y perseverancia! ¡Hacia arriba y adelante!

 



La ambigüedad moral

   Otra de las características del hombre contemporáneo: las fronteras entre lo bueno y lo malo, entre lo moral y lo inmoral, tan nítidas en otras épocas, se difuminan, se confunden. Ripley actúa en su beneficio, según las reglas de su propia moral, es decir, de su ausencia de moral. Lo mueven la ambición, el deseo de tener cosas, de disfrutarlas, de vivir la vida de rico que envidia desde el primer momento en Dickie.

No duda en llegar al asesinato para lograrlo, y después siente temor ante la posibilidad de ser descubierto, pero no culpa por los actos cometidos, hasta tal punto que acaba por vivir cómodamente en su mentira y es capaz de enfrentarse sin ningún remordimiento a la novia y al padre de su amigo.


La moral o moralidad (del latín mos, moris, ‘costumbre’) se define como las 'reglas o normas por las que se rige el comportamiento de un ser humano en relación a la sociedad (normas sociales), a sí mismo, y a todo lo que lo rodea'. La cuestión es: ¿quién elabora estas normas? ¿Son universales? En muchos países existen diferentes normas respecto a:
  • la eutanasia
  • el aborto
  • la pena de muerte
  • las costumbres sexuales
  • los castigos físicos
  • la libertad de expresión
  • la convivencia
  • etc.
Imagina que vives en un lugar donde imperan algunas de estas normas con las que no estás de acuerdo. ¿Qué harías? A este respecto te resultará muy interesante este artículo.



La ambigüedad sexual

Desde que Ripley encuentra a Dickie se establece entre ellos una relación extraña, que en algunos momentos se convierte en dependencia mutua. Para Marge, Tom es un “invertido”, lo que él niega. Sin embargo, Dickie llega también a creerlo. Por otra parte, Ripley nunca encuentra atractiva a Marge, ni aparecen personajes femeninos en su entorno. Existen celos, y se forma un triángulo en el que se intuye algo más que el interés de Tom por escalar socialmente y participar de la vida ociosa de Dickie.

¡Dios mío, qué querría aquel tipo! Seguramente no era un invertido, pensó Tom por segunda vez, aunque sólo ahora su mente inquieta había logrado dar con la palabra adecuada, como si ésta pudiera protegerle de alguna forma, ya que hubiera preferido que le siguiese un invertido a que lo hiciera un policía. Al menos, a un invertido se lo hubiese podido quitar de encima fácilmente, diciéndole:
—No, gracias.
Y alejándose tranquilamente.




—¿Te reconciliaste con Marge?
—No pasa nada entre Marge y yo —contestó Dickie secamente, tan secamente que Tom abandonó aquel tema—. Otra cosa que quiero decirte, y decírtelo claramente —dijo Dickie, mirándole—, es que no soy invertido. No sé si se te ha metido esa idea en la cabeza o no.
—¿Invertido? —dijo Tom, haciendo un débil esfuerzo por sonreír— Jamás me pasó por la cabeza que lo fueses.
Dickie iba a añadir algo, pero se calló. Se irguió y Tom advirtió que las costillas se marcaban bajo su piel morena.
—Pues Marge piensa que tú sí lo eres.
—¿Por qué?
Tom sintió que se quedaba sin sangre en las venas. Se quitó el segundo zapato agitando el pie débilmente, y lo dejó en el ropero junto a su pareja.
—¿Qué le hace pensar eso? ¿Qué he hecho para parecerlo, si es que he hecho algo?
Se sentía a punto de desmayarse. Nadie le había dicho aquello en la cara, no de aquel modo.
—Es sólo por la forma en que actúas —dijo Dickie con un gruñido, saliendo de la habitación.
Tom se puso los shorts a toda prisa. Pese a llevar puesta la ropa interior, había tratado de ocultarse de Dickie detrás de la puerta del ropero. Se dijo que sólo porque le caía bien a Dickie, Marge lanzaba sus sucias acusaciones contra él. Y Dickie no había tenido agallas suficientes para negarlo.
Al bajar se encontró a Dickie preparándose una copa en el bar de la terraza.
—Dickie, quiero que esto quede bien claro —empezó a decir Tom—. Tampoco yo soy invertido, y no quiero que nadie piense que lo soy.
—Muy bien —gruñó Dickie.
El tono de su voz le recordó las respuestas de Dickie a sus preguntas sobre si conocía a fulanito o menganito de Nueva York. Algunas de las personas sobre las que le había preguntado a Dickie eran homosexuales, era cierto, y a menudo le había parecido que Dickie las conocía en realidad, pero, a propósito, negaba saber quiénes eran. Era Dickie, al fin y al cabo, quien estaba sacando el tema a colación, dándole una importancia exagerada. Tom titubeó mientras por su mente pasaban tumultuosamente muchas cosas que hubiese podido decir, algunas amargas, conciliadoras las otras. Su pensamiento retrocedió hacia ciertos grupos con los que había tenido relación en Nueva York, y a los que había dejado de frecuentar pasado un tiempo, a todos sin excepción, aunque en aquel momento lamentaba incluso haberlos conocido. Le habían aceptado porque les resultaba gracioso, pero nunca había tenido nada que ver con ninguno de sus componentes. Un par de veces se le habían insinuado, y él les había rechazado, si bien recordaba que luego solía intentar hacer las paces con ellos, yendo a buscar hielo para sus copas, acompañándoles en taxi aunque vivieran en lugares muy alejados de su casa.
Lo había hecho porque temía que empezaran a odiarle. Se había comportado como un imbécil, ahora lo comprendía. Recordó la humillación de aquella vez en que Vic Simmons le dijo:
—¡Por el amor de Dios, Tommy, cierra el pico!
Sucedió al decirle a un grupo de personas, por tercera o cuarta vez en presencia de Vic:
—No acabo de estar seguro de si me gustan los hombres o las mujeres, así que estoy pensando en dejarlos a todos.
Por aquellos días, Tom solía fingir que acudía a la consulta de un psicoanalista, ya que todo el mundo lo hacía, y acostumbraba a inventar anécdotas disparatadas sobre las sesiones en la consulta, anécdotas que luego contaba en las fiestas, y la broma sobre su supuesta indecisión siempre hacía reír a cuantos le escuchaban, especialmente por su modo de contarla, hasta que Vic le dijo que cerrase el pico; a partir de entonces, Tom nunca volvió a soltar aquella broma, ni volvió a hablar de su supuesto psicoanalista. A decir verdad, Tom pensaba que había mucho de cierto en ello, porque, en comparación con el resto de la gente, él era una de las personas más inocentes y de pensamiento más limpio que jamás conociera. Esa era la ironía de la situación que se le había planteado con respecto a Dickie.



Por supuesto no resultaba imposible odiar a Freddie: un cochino y un egoísta que se había atrevido a despreciar a uno de sus mejores amigos,(porque sin duda Dickie era uno de sus mejores amigos) solamente porque le sospechaba culpable de desviación sexual. Tom se echó a reír al pensar en aquellas palabras: desviación sexual.
"«¿Dónde está el sexo?», se preguntó. «¿Y dónde está la desviación?»
Bajó la vista hacia Freddie y con voz baja y llena de resentimiento dijo:
—Freddie Miles, has sido víctima de tu propia mente retorcida.




Tom recordaba cómo había corrido entre los enormes coches que avanzaban poquito a poco, siempre a punto de alcanzar la portezuela del de su tía, pero sin logrado en ningún momento, porque ella hacía avanzar el coche todo lo que podía, sin querer detenerse por él, chillándole:
—¡Venga! ¡Venga, gandul!
Finalmente, cuando consiguió subir al coche, con lágrimas de frustración y rabia corriéndole mejillas abajo, la tía Dottie le había dicho alegremente a su amiga:
—¡Es un mariquita! ¡Un mariquita de arriba abajo! ¡Igual que su padre!
Resultaba en verdad pasmoso que aquella forma de tratarle no le hubiese causado un trauma imborrable. Tom se preguntaba por qué su tía decía que su padre era un mariquita. Nunca había sido capaz de aducir nada que lo probase. Nunca.


—Marge cree que eres...
«¡De acuerdo!», pensó Tom, «los acróbatas son unas hadas[3], ¿Y qué? Tal vez Cannes esté lleno de hadas...»
Tom apretó con fuerza los puños dentro de los bolsillos de los pantalones. Recordó el reproche de la tía Dottie:
—¡Mariquita! ¡Es un mariquita de la cabeza a los pies! ¡Igual que su padre!
Dickie tenía los brazos cruzados y miraba hacia el mar. Premeditadamente, Tom evitó mirar, siquiera a hurtadillas, hacia los acróbatas, aunque sin duda resultaban más divertidos que contemplar el mar.
—¿Vas a bañarte? —preguntó Tom, desabrochándose la camisa pese al frío aspecto del agua.
—Me parece que no —dijo Dickie—. ¿Por qué no te quedas a contemplar a los acróbatas? Yo me vuelvo.


La primera carta de Marge decía:
Dickie:
Bueno, quedé bastante sorprendida. Me pregunto qué te pasaría en Roma, en Nápoles o donde fuese. Tom estuvo muy misterioso y lo único que me dijo fue que pasaría una temporada contigo. No me creeré lo de que se vuelve a América hasta que lo vea. A riesgo de meter la pata, chico, te diré que no me gusta ese tipo. Desde mi punto de vista, o el de cualquier otra persona, te está utilizando en provecho propio. Si es verdad que necesitas un cambio de ambiente, ¿por qué no te alejas de él? De acuerdo, puede que no sea un invertido, pero es un don nadie, lo cual es peor. No es lo bastante normal para hacer vida sexual de la clase que sea, ¿me entiendes? De todos modos, no es Tom quien me interesa, sino tú.



La crítica social



      Patricia Highsmith nunca se sintió a gusto en la sociedad americana de su época: su personalidad, sus inclinaciones políticas, su homosexualidad –o bisexualidad, en realidad-, sus relaciones familiares… la llevaron a cuestionar el american way of life o sueño americano, en todas sus manifestaciones: el matrimonio, la ambición, el materialismo, la falta de cultura de sus compatriotas, la superficialidad de las relaciones humanas… Tom Ripley se convierte en una especie de caricatura de ese sueño americano.

   Frente a Estados Unidos, Europa aparece como un mundo diferente, donde aún puede vivirse de una manera más humana y con mayor libertad. En la novela aparecen muchos personajes norteamericanos, cuyo carácter se contrapone con frecuencia al francés o al italiano. Sin embargo, tampoco Europa está exenta de crítica: ineficacia, decadencia material, informalidad…



Otros temas

Con menor peso, aparecen en la novela otros temas como la gran ciudad (Nueva York, Roma, París), las referencias literarias (a autores con Henry James, Shakespeare o Malraux), el arte (Dickie es amante de la pintura, Ripley visita monumentos y lugares históricos), el paisaje (Mongibello, Capri), etc.



Antes de continuar con el ESTILO de la obra, leeremos un fragmento de la novela, que a continuación analizaremos para comentar. ÉSTE es el fragmento.


4. ASPECTOS FORMALES Y ESTILÍSTICOS
TÉCNICAS NARRATIVAS
Punto de vista
    La historia está narrada por un narrador externo en tercera persona. Adopta una perspectiva omnisciente, y existe focalización en el personaje protagonista, puesto que la narración está limitada casi siempre por el punto de vista de Tom Ripley: lo que el narrador ve coincide con lo que ve el personaje, de la misma manera que ocurría en La metamorfosis. No obstante, este punto de vista único se completa con el uso de otras voces, en forma de cartas o artículos de prensa.
      El relato, por la presencia de este narrador omnisciente y su linealidad se aproxima a la estructura tradicional. A veces la autora hace uso de la técnica del contrapunto, cuando ofrece varias versiones de un mismo hecho a través del testimonio de diferentes personajes, cartas o artículos.
Estructura
     La estructura externa de la novela está compuesta por treinta capítulos. La acción se desarrolla en tres partes:
  • Planteamiento (capítulos 1-6): Tom es contratado en Nueva York por el señor Greenleaf para que acuda a Italia y haga volver a su hijo Dickie. Ripley acepta el encargo y marcha en barco a Europa.

  • Nudo (capítulos 7-28): se estructura en tres bloques:
  1. En los capítulos 7 a 12 se narra el encuentro entre Ripley y Dickie y la extraña y turbia relación que se establece entre ambos y Marge Sherwood. Concluye con el asesinato de Dickie a manos de Tom en San Remo.
  2. En los capítulos 13 a 20, Tom adopta la personalidad de Dickie. Se instala en Roma, evitando las visitas de amigos de Dickie y especialmente de Marge. Uno de esos amigos, Freddie Miles, sospecha de él y Ripley termina asesinándolo. Marcha a Palermo.
  3. En los capítulos 21 a 28, Tom recupera su personalidad, ante las sospechas de la policía de la culpabilidad de Dickie en el asesinato de Freddie Miles. Se instala en Venecia, donde recibe la visita de Marge, del señor Greenleaf y de un detective contratado por éste para encontrar a su hijo.
  • Desenlace (capítulos 29 y 30): libre ya de sospechas, escribe el testamento de Dickie en el que lega a Tom sus bienes. El señor Greenleaf acepta la voluntad de su hijo, y Tom marcha a Atenas, donde planea iniciar una nueva vida.

Desarrollo temporal

       El relato transcurre en poco menos de dos años, entre septiembre y junio de, probablemente, 1954 y 1956. Las fechas pueden extraerse de las cartas y de algunos datos surgidos en las investigaciones policiales. La acción principal se desarrolla de manera lineal, con algunas elipsis significativas. La autora emplea también flash-backs, a veces muy breves. 
 
Escenarios

    La historia transcurre en diversos escenarios: de Nueva York pasa a Europa: París, Pisa, Nápoles, Mongibello, Roma, San Remo, Palermo, Venecia y Grecia. Hay alusiones a otros lugares como Mallorca o Capri, que Ripley quiere visitar.
    Los cambios de escenario son constantes, y se alternan interiores –el apartamento de Nueva York, la villa de Mongibello, los hoteles, la casa en Venecia- con exteriores, especialmente urbanos, que son descritos con detalle.
Personajes
     Por la novela desfilan muchos personajes. Además del protagonista, los personajes principales son Dickie Greenleaf, Marge Sherwood, Herbert Greenleaf y Freddie Miles. Personajes secundarios son Emily Greenleaf (madre
de Dickie), el detective McCarron o el teniente Roverini (de la policía italiana). A ellos hay que añadir otros como los amigos neoyorquinos de Tom o los residentes en Mongibello.
ASPECTOS ESTILÍSTICOS
       En general, el estilo de Patricia Highsmith destaca por su sobriedad y concisión. Busca ante todo la creación de una sensación de opresión y angustia, a través del estudio psicológico de los personajes y de su capacidad para sugerir la presencia del horror y la tragedia en medio de la más anodina cotidianeidad.
       Su lenguaje es claro y directo, y no abunda en recursos. En cierto modo, es precedente –primero- y contemporánea –después- de una de las principales tendencias de la narrativa norteamericana de las últimas décadas: el realismo sucio, de autores como Raymond Carver o Richard Ford.
      Su prosa mantiene siempre un tono neutro y objetivo, como un testimonio impersonal de los hechos, las motivaciones y las actitudes de sus personajes. Destaca sin embargo el uso de las metáforas, especialmente en las descripciones.
     El procedimiento discursivo principal es la narración. La acompaña de frecuentes diálogos, habitualmente en estilo directo. Son también abundantes las descripciones y las reflexiones del protagonista.
     Precisamente para expresar estas reflexiones de Ripley, fundamentales en la novela por la focalización que sobre él se establece como pauta narrativa, Patricia Highsmith hace uso de uno de los recursos característicos de la novela moderna: el estilo indirecto libre, que consiste en la expresión de los
pensamientos del personaje de la manera exacta en que éstos fluyen, aunque manteniendo el narrador en tercera persona. A veces, la presencia de este narrador no se percibe, dando lugar a una expresión aún más directa de los pensamientos de Ripley: esta técnica se conoce como monólogo interior o corriente de conciencia.
5. ORIENTACIONES PARA EL COMENTARIO CRÍTICO
RELACIÓN CON OTROS MOVIMIENTOS ARTÍSTICOS Y
CULTURALES.
Relaciones con la literatura.
    En el tratamiento del tema de la culpa, el referente principal es Dostoievski, especialmente el personaje de Raskolnikov de Crimen y castigo. Igualmente la idea de un personaje dispuesto a cualquier acto, incluso el crimen, por obtener lo que desea tiene modelos en El retrato de Dorian Gray, de Óscar Wilde, o en el Fausto de Goethe. El sentimiento de opresión que sufren los personajes de Highsmith la acerca también a Kafka.
      Dentro de la narrativa norteamericana, ya se ha señalado las similitudes estilísticas con el realismo sucio (Raymond Carver, Richard Ford), y también con otros autores coetáneos como Philip Roth o Paul Auster.
      Especialmente relevante es su papel en el desarrollo de la novela negra. Este género surge de la tradicional novela policiaca o de intriga, iniciado por Poe y Conan Doyle, con sus personajes de Arsenio Lupin y Sherlock Holmes, respectivamente, y en otra línea por Wilkie Collins y sus novelas La piedra lunar y La dama de blanco. Obtuvo un gran éxito y un rápido desarrollo durante el siglo XX, con autores como Agatha Christie o los norteamericanos Chandler o Hammet. En la actualidad es un fenómeno de masas, especialmente a partir del boom que supuso la saga Millenium, de Stig Larson. Existen autores en todos los países, incluyendo España (Lorenzo Silva, Vázquez Montalbán), aunque destaca especialmente el auge de los novelistas escandinavos: Mankell, Indridasson, Lackberg
     Por último, se puede hablar también del desarrollo de la literatura femenina durante el siglo XX. Ya en el siglo XIX aparecen las primeras escritoras relevantes, especialmente en Inglaterra: las hermanas Brontë o Jane Austen.
      Durante el siglo XX la presencia de la mujer en la literatura es cada vez más frecuente: Gertrude Stein, Virginia Woolf, Marguerite Duras, Simone de Beauvoir… Incluso en la propia novela negra hay abundantes ejemplos, como Camilla Lackberg, Asa Larson o Donna Leon. Un buen tema de discusión sería si existe el punto de vista femenino en la literatura, si la mujer refleja en sus libros una visión del mundo y de la realidad específicamente femenina o. por el contrario, no existen diferencias debidas exclusivamente a la condición de mujer o de hombre, más allá de las meramente contextuales: nacionalidad, circunstancias personales, etc. En cualquier caso, lo que sí existe es una especie de orientación literaria hacia el público femenino, la llamada chic-lit, en la que curiosamente la mayoría de autores son mujeres.
Relación con otras manifestaciones artísticas y culturales

    Las influencias de Patricia Highsmith no se reducen únicamente a lo literario, sino que se extienden a otros campos como la filosofía (Nietzsche, Kierkeggard, Sartre) o la psicología (Fromm o el ya citado Menninger). En la novela aparecen frecuentes referencias a otras manifestaciones artísticas, como la pintura, la música o la arquitectura.
Muy importante es la relación de la novela con el cine y la televisión. La obra ha sido adaptada al cine en dos ocasiones, por René Clement en 1959, con el título de A pleno sol, y por Anthony Minghella en 1991. También fue adaptada para la televisión y la radio. Y otras novelas de la serie también han sido llevadas al cine: la mejor de esas adaptaciones fue El amigo americano, de Wim Wenders, en 1977, que se convertiría en una de las películas más significativas de los años 70.
Fuente aquí 


Relaciona los siguientes rasgos estilísticos con los fragmentos que aparecen a continuación: 
  1. Descripciones
  2. Documentos y cartas incluidos en la novela 
  3. Vocabulario emocional
  4. Pluscuamperfecto como indagación del pasado
  5. Oraciones cortas en momentos de tensión o agilidad mental
  6. Focalización del narrador en la mente del protagonista 
  7. Interrogatorios y conversaciones difíciles que comprometen a Tom
  8. Idiomas  
  9. Oraciones complejas para las elucubraciones mentales del protagonista
  10. Diálogos
  11. Gerundios y verbos en imperfecto para la rutina, las elipsis y los periodos más calmados
  12. Verbos en imperfecto para descripciones
  13. Sustantivos concretos relacionados con las posesiones materiales
  14. Abundancia de pretéritos perfectos simples que aceleran la acción.
  15. Documentos y cartas incluidos en la novela


Fragmentos: 

I

Tom echó una mirada por encima del hombro y vio que el individuo salía del Green Cage y se dirigía hacia donde él estaba. Tom apretó el paso. No había ninguna duda de que el hombre le estaba siguiendo.


II


Pero le resultaba difícil soportar el maloliente retrete cuya puerta no cerraba; la sucia habitación que, a juzgar por su aspecto, parecía haber sido habitada por mil personas distintas, cada una de las cuales había dejado su propia clase de porquería sin levantar una mano para limpiarla; los ejemplares atrasados del Vogue y del Harper's Bazaar, precariamente amontonados en el suelo y cayendo cada dos por tres; y aquellos cursis recipientes de cristal ahumado que había por toda la casa, llenos de cordeles embrollados, lápices, colillas y fruta medio podrida.


III

Tachó la dirección de Lexington Avenue, escribiendo
debajo:
Debido a la acumulación de trabajo en nuestra oficina de Lexington Avenue, le rogamos que mande su respuesta a la siguiente dirección:


Departamento de Incidencias
A la atención de George McAlpin
187E. 51 Street
Nueva York 22, Nueva York.
Gracias.
Ralph F. Fischer
Director General
del Departamento de Incidencias.


 



IV



Tom escribió al señor Greenleaf diciéndole que estaba en casa de Dickie y que éste había hablado de coger un avión[...] Añadió que probablemente lograría persuadirle de que pasase más tiempo con ellos. [...] Tom dijo también que cuando se le acabase el dinero tenía intención de buscar empleo



V


Bajó del antepecho y fue a reunirse con Dickie.
—¿Es que se ha enfadado por algo? —preguntó Tom.
—No. Supongo que se siente abandonada o algo así.
—No puede negarse que tratamos de hacerla venir con nosotros.
—No es eso solamente.
Dickie paseaba lentamente de un extremo a otro de la terraza.
—Ahora me sale con que ni siquiera tiene ganas de venir conmigo a Cortina.
—Bueno, seguramente cambiará de parecer de aquí a diciembre.
—Lo dudo —dijo Dickie.




VI
 


Fausto apareció sonriente en la terraza [...]. Su rostro sonreía o estaba ceñudo[...] y era capaz de cambiar de expresión en menos de un segundo. Según decía Dickie, era uno de los pocos habitantes del pueblo que no hablaban en el dialecto del sur. Fausto residía en Milán, y estaba en Mongibello de visita[...] Acudía tres veces por semana [... y pasaban una hora charlando, sentados en la terraza y sorbiendo vino o café. Tom se esforzaba en aprenderse de memoria todo lo que decía Fausto sobre las rocas, el mar, la política[...] y la frenética vida sexual, más propia de gatos que de personas, que llevaban algunos habitantes del pueblo.


VII



Pero durante la mayor parte del tiempo, él era Dickie, discurseando en voz baja [...]; cambiando impresiones con un compañero de mesa al que desconocía, conversando en inglés y en italiano[...] A veces, si en la radio se oía alguna canción de su gusto, Tom se ponía a bailar a solas, pero lo hacía como si fuese Dickie bailando con una chica, dando pasos largos



VIII

Lo único que le intranquilizaba, aunque no mucho, era la posibilidad de que Marge se presentase en Roma antes de que estuviera instalado en su apartamento. Si le buscaba en los hoteles lograría dar con él, pero nunca lo conseguiría si él ya estaba en un apartamento. Los americanos acomodados no tenían que comunicar sus lugares de residencia a la policía, aunque, según lo estipulado en el permesso di soggiorno, era obligatorio informar a la policía de todos los cambios de residencia.

 
IX

Se sentía solo, pero en modo alguno triste. Era una sensación muy parecida a la que había experimentado en París[...], una sensación que le hacía estar constantemente en guardia, ya que una equivocación hubiera sido catastrófica. Y, con todo, estaba absolutamente seguro de que no cometería ninguna equivocación [...] Era él mismo y, sin embargo, no lo era. Se sentía inocente y libre, pese a que, de un modo consciente, planeaba cada uno de sus actos.



X


Se dijo que no debía desmayarse, que sabía exactamente lo que haría: un Pernod para los dos en el último minuto. Otros dos vasos con sus huellas dactilares y las de Freddie, más restos de licor. Luego habría que llenar los ceniceros. Freddie fumaba Chesterfield. Luego la Via Appia[...] El billetero de Freddie habría desaparecido. Motivo: robo.




XI

—Ninguno de nosotros ha insinuado que haya vuelto a los Estados Unidos —dijo Tom con voz agradable.
—Eso sería imposible. Las autoridades de inmigración lo hubiesen sabido.
Míster Greenleaf siguió su paseo, sin mirar a Tom.
—Sinceramente, ¿dónde cree que puede estar?
—Verá, míster Greenleaf, podría estar escondido en Italia... eso es muy fácil si no se aloja en un hotel donde sea obligatorio firmar el libro de registro.
—¿Es que aquí hay hoteles donde eso sea posible?
—No, es decir, oficialmente no los hay. 



 XII

—Encontraron una lancha cerca de San Remo. La habían hundido adrede. Al parecer, esa embarcación fue echada de menos el mismo día en que él y yo estuvimos en San Remo y dimos un paseo en una lancha parecida. [...] Bueno, sea como sea, la habían echado a pique y encontraron unas manchas que creyeron de sangre



XIII


—Gracias —dijo Tom—, pero creo que me irá bien seguir solo durante una temporada. Echo de menos a mi amigo Dickie, ¿sabes?, le echo mucho de menos.
Inopinadamente se encontró con los ojos llenos de lágrimas, recordando la sonrisa de Dickie[...] Hubiera podido seguir viviendo con Dickie el resto de su vida[...]

—Te entiendo, Tommie —dijo Peter, dándole unas palmaditas en la espalda—. De veras que te entiendo, muchacho.
Tom le miró con los ojos bañados en lágrimas.

 

XV
la carta podía dar pie a que se abriese una nueva investigación de las firmas, tanto en el
testamento como en los cheques, una de aquellas investigaciones implacables que las compañías de seguros [...] ponían en marcha cuando veían en peligro el dinero de sus propios bolsillos. [...] Tenía solamente dos mil dólares, transferidos de la cuenta bancaria de Dickie y ahorrados de la renta mensual. No se había atrevido a sacar más dinero [...]  Tom Ripley, sin más que dos mil dólares que ya empezaban a menguar en el banco. Tanto era así, que iba a tener que pensárselo antes de comprarse cualquier cosa, siquiera fuese un libro sobre el arte griego. 


 XVI


A donda, a donda? —preguntaba el taxista, tratando de hablar con él en italiano.
—A un hotel, por favor —dijo Tom—. Il meglio albergo. Il meglio, il meglio!


 




Textos para analizar: 

I

Tom se ponía a bailar a solas, pero lo hacía como si fuese Dickie bailando con una chica, dando pasos largos, pero con cierta rigidez de movimientos. Una vez había visto bailara Dickie en la terraza del bar de Giorgio, con Marge, y también en el Giardino degli Orangi, en Nápoles. No era precisamente un buen bailarín. Tom disfrutaba de cada momento, a solas en la habitación o callejeando por Roma, alternando el turismo con la búsqueda de un apartamento. Le resultaba imposible sentirse solo o aburrido mientras fuese Dickie Greenleaf. Alira por su correspondencia a la American Express, los empleados se dirigieron a él llamándole signore Greenleaf. La primera carta de Marge decía: Dickie: Bueno, quedé bastante sorprendida. Me pregunto qué te pasaría en Roma, en Nápoles o donde fuese. Tom estuvo muy misterioso y lo único que me dijo fue que pasaría una temporada contigo. No me creeré lo de que se vuelve a América hasta que lo vea.A riesgo de meter la pata, chico, te diré que no me gusta ese tipo. Desde mi punto de vista, o el de cualquier otra persona, te está utilizando en provecho propio. Si es verdad que necesitas un cambio de ambiente, ¿por qué no te alejas de él? De acuerdo, puede que no sea un invertido, pero es un don nadie, lo cuales peor. No es lo bastante normal para hacer vida sexual de la clase que sea, ¿me entiendes? De todos modos, no es Tom quien me interesa, sino tú. Sí, soy capaz de soportar unas cuantas semanas sin verte,cariño,e incluso pasar sola las Navidades,aunque prefiero no pensaren eso. Prefiero no pensar en ti y, como tú dices, dejar que los sentimientos hablen o se queden callados. Pero resulta imposible no pensar en ti aquí, porque cada centímetro del pueblo, en lo que a mí respecta, está embrujado por tu presencia, y en esta casa, en todos los sitios donde pongo los pies, hay algún rastro de ti, el seto que plantamos juntos, la valla que empezamos a reparar sin llegar a  terminarla, los libros que me prestaste y que nunca te devolví. Y tu silla ante la mesa,eso es lo peor. Seguiré metiendo la pata: no pretendo decir que Tom vaya a causarte algún daño físico, pero sé que, de un modo sutil, ejerce una mala influencia sobre ti. Te comportas con cierto aire de sentirte avergonzado de estar con él cuando efectivamente estás con él¿no habías caído en ello? ¿Alguna vez procuraste analizarlo? Pensé que empezabas a darte cuenta durante las últimas semanas, pero ahora vuelves a estar con él y, francamente, chico, no sé cómo interpretarlo. Si es verdad que no te importa que se marche pronto, entonces, por el amor de Dios, ¡mándale a paseo! Nunca te ayudará a ti, o a quien sea, a que pongas algo en claro. De hecho, a él le interesa que sigas confundido y manejarte, al igual que a tu padre, como a él le convenga. Un millón de gracias por la colonia, cariño. Me la guardaré —o al menos procuraré que me quede un poco— para cuando vuelva a verte. Todavía no me he hecho traer el refrigerador a casa. Puedes pedírmelo, por supuesto,cuando quieras. Tal vez Tom te haya dicho que Skippy se escapó. Me pregunto si debo atrapar una lagartija y tenerla atada por el cuello. Tengo que ponerme a reparar la pared de la casa sin perder más tiempo, antes de que ceda y caiga sobre mí. ¡Ojalá estuvieras aquí, cariño... por supuesto! Un millón de besos y, por favor, ¡escríbeme! , Marge 



—Me parece que debería marcharme, míster Greenleaf.
—¿Ya? Pero si quería enseñarle... Bueno, no se preocupe. Otra vez será.
Tom sabía que debía haberle preguntado:
—¿Enseñarme qué?
Y quedarse allí pacientemente, mientras le enseñaba lo que fuese. Pero no podía.



Busca los recursos necesarios para imitar el estilo de Highsmith en las siguientes situaciones:
  1. Una carta de Marge.
  2. Una escena en la que Tom llega por primera vez a un lugar.
  3. Una carta en la que Tom le explique a Mr. Greenleaf como va su misión.
  4. El asesinato de Dickie.
  5. Pensamientos de Tom acerca de qué decirle a los demás personajes.
  6.  Un interrogatorio en el que los interrogados se sientan un poco incómodos

 1. 

El buque ya se movía cuando, finalmente, Tom se atrevió a bajar de nuevo a su camarote. Entró en él cautelosamente. Estaba vacío. El cubrecama azul volvía a
estar perfectamente arreglado. Los ceniceros estaban limpios. No había ningún rastro de que allí hubiesen estado Bob y los suyos. Tom, sintiéndose tranquilo, sonrió.



2.



Si no me equivoco, Richard no está muy seguro de su decisión de permanecer aquí un invierno más. Tal como le prometí, haré cuanto esté en mi mano para disuadirle de ello, y con el tiempo —si bien puede que no sea hasta la Navidad quizá consiga que se quede en los Estados Unidos cuando vaya a verles a ustedes

3.

Sujetando el remo con la izquierda, Tom descargó un tercer golpe sobre el lado de la cabeza de Dickie. El borde del remo cortó la piel y la herida se llenó en
seguida de sangre. Dickie quedó tumbado en el fondo de la lancha, retorciéndose. De sus labios salió un gruñido de protesta, tan fuerte que Tom se asustó al oírlo.
Tom le golpeó en el cuello, tres veces, con el canto del remo, como si éste fuese un hacha y el cuello de Dickie un árbol. La lancha se bamboleaba y el agua le estaba salpicando el pie que tenía apoyado en la borda. Hizo un corte en la frente de Dickie y la sangre empezó a manar por donde el remo había pasado. Tom experimentó una fugaz sensación de fatiga mientras seguía golpeando con el remo, y las manos de Dickie no cesaban de tenderse hacia él desde el fondo de la embarcación, y con sus largas piernas trataba de derribarle. Tom agarró el remo como si se tratase de una bayoneta y se lo hundió en un costado. Entonces, el cuerpo postrado se relajó y quedó quieto y fláccido. Tom se irguió, tratando de recobrar el aliento.


 
 4.
¿Alguna vez procuraste analizarlo? Pensé que empezabas a darte cuenta durante las últimas semanas, pero ahora vuelves a estar con él y, francamente, chico, no sé cómo interpretarlo. Si es verdad que no te importa que se marche pronto, entonces, por el amor de Dios, ¡mándale a paseo!
Nunca te ayudará a ti, o a quien sea, a que pongas algo en claro. De hecho, a él le interesa que sigas confundido y manejarte, al igual que a tu padre, como a él le convenga.


 5.
El día diez de enero escribió a Marge para comunicarle que acababa de llegar a Roma después de pasar tres semanas en París a solas, pues Tom se había
marchado de Roma un mes antes, al parecer con destino a París y desde allí regresar a los Estados Unidos. No se habían visto en París ni había encontrado un apartamento en Roma aún, si bien seguía buscándolo y pensaba comunicarle la dirección tan pronto la conociera. Luego le agradecería efusivamente el paquete que le había mandado por Navidad y en el que había un suéter blanco con rayas rojas, tejido por la propia Marge, así como un libro sobre la pintura del Quattrocento y un estuche de piel para los utensilios de afeitar con sus iniciales en la tapa: H.R.G. El paquete no había llegado hasta el seis de enero, y precisamente por eso le escribía, para evitar que Marge creyese que no lo había ido a buscar, que imaginase que se había desvanecido en el aire y empezase a buscarle.




 6.

— El veintitrés de noviembre, cuando se fue a San Remo —contestó ella prestamente.
—Usted estaba en Mongibello a la sazón, ¿no? [...]
—Sí —dijo Marge—. Estuve en un tris de verle en Roma, en febrero, pero la última vez que llegué a verle fue en Mongibello.
[...]
—Durante su estancia en Roma se esforzó en no encontrarse con nadie —terció Tom—[...]
—¿Cree usted que Richard sabía quién había matado a Freddie Miles?
—No, claro que no.
McCarron esperó a oír la opinión de Marge.
—No —dijo ella, moviendo la cabeza negativamente.
—Piénselo un poco —dijo McCarron a Tom—. ¿Cree que eso podría explicar su comportamiento? ¿Cree que se está ocultando para no tener que responder a
las preguntas de la policía?
Tom reflexionó un instante.
—No hizo ni dijo nada que me hiciese pensar en eso.
—¿Cree que tenía miedo de algo?
—No me imagino de qué —contestó Tom.
 

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