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jueves, 26 de septiembre de 2019

Los clásicos




Los clásicos grecolatinos



¿Qué significa “clásico”?

¿Qué significa “grecolatino”?

¿Qué aportaron los grecolatinos al resto del mundo?

Sitúa en el tiempo y en el espacio el mundo grecolatino.



Los griegos: explica lo que sepas acerca de su...

  • Organización política
  • Religión
  • Cultura
  • Lengua
  • Literatura


Los clásicos grecolatinos




La palabra "clásico" se refiere etimológicamente a aquello que tiende a ser utilizado en clase por considerarse modélico, digno de ser imitado y estudiado. Así, la cultura grecolatina ha sido tomada como referente durante siglos para todo tipo de artistas, pensadores, intelectuales y creadores.
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El término grecolatino hace referencia a la producción cultural (literaria, filosófica, científica, etc.) que se da durante la Edad Antigua en Grecia , producto al que se suman las aportaciones de Roma, que imita, reproduce y enriquece lo creado por los helénicos.           

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Fueron los griegos quienes elaboraron toda una serie de cánones artísticos, culturales, literarios y filosóficos,  imitados luego por los romanos. Gracias al éxito político y militar de éstos y a su enorme expansión temporal y territorial, todas aquellas ideas conocieron una gran difusión por el mundo.












 

Origen y características

En el siglo XII a. C invadieron Grecia los dorios, indoeuropeos procedentes de los Balcanes, que conocían el hierro y se establecieron en el Peloponeso tras dominar a los aqueos. Muchos de los anteriores habitantes de Grecia huyeron ante su llegada hacia las islas y las costas de Asia Menor, como los jonios. Entonces se gesta la cultura griega y se escriben obras clave como la Iliada y la Odisea. Al final de la misma y durante el Período Arcaico, siglo VIII a.C, los griegos empezaron a fundar colonias por todo el Mediterráneo, lo que permitió el desarrollo del comercio y facilitó el contacto con otras culturas. 
Se organizaban políticamente en ciudades-estado independientes, llamadas polis. Unas, como Esparta, vivían de la agricultura, dominadas por la aristocracia guerrera y su régimen político era oligárquico; otras, como Atenas, eran de economía comercial y su régimen adoptó, posteriormente, la democracia. Durante la Etapa Clásica (siglos V y IV a.C.), Atenas llegó a la democracia: sistema basado en el gobierno del pueblo y en la igualdad entre los ciudadanos. Este rasgo distinguía a Grecia de los imperios teocráticos y absolutos orientales (como Egipto y Mesopotamia). En Grecia el individuo podía desarrollarse libremente; la cultura griega era antropocéntrica: giraba en torno al Hombre, al ser humano.

Maqueta del Santuario de Olimpia

Los griegos compartían una lengua, una cultura y una religión común. Eran politeístas. Sus dioses eran representados en forma humana y los imaginaban dotados con las mismas virtudes y defectos de los hombres, a los que podían ayudar o castigar. Les rendían culto en templos y santuarios (Delfos, Olimpia), lo que unía a todas las polis griegas. Los Juegos Olímpicos, celebrados cada cuatro años en honor de Zeus, son el mejor ejemplo de este culto panhelénico. Era una religión sin dogmas ni sacerdotes.

Santuario de Delfos

Los griegos fueron  los primeros en intentar dar una respuesta racional, no mágica, a los misterios de la naturaleza, mediante la filosofía. Concebían el mundo como un cosmos ordenado y bello. La Belleza, la Bondad y la Verdad son entendidas como cualidades supremas, equivalentes a lo divino y principio rector del Universo.  Para los filósofos pitagóricos y sus discípulos, Platón entre ellos, la música y las matemáticas conformaban la estructura oculta del cosmos


Géneros y épocas de la literatura griega

Cronológicamente hablando, la literatura grecolatina empieza con Homero y sus dos obras capitales: la Ilíada y la Odisea. Ambas giran en torno a la Guerra de Troya: la primera narra los sucesos de varios días en plena guerra; la segunda cuenta el regreso de Odiseo, uno de los héroes de la guerra, a su isla, Ítaca.                      
El otro gran autor de la época arcaica griega fue Hesíodo. Menos conocido y citado que Homero, escribió sin embargo algunas obras de un valor similar a las de éste. Los trabajos y los días narra las costumbres y la vida cotidiana de la época.
En la transición entre la época arcaica y la clásica viven los griegos el esplendor de la poesía, como Safo, Alceo, Anacreonte, Píndaro, y otros geniales poetas y poetisas. Luego, durante el clasicismo y en Atenas con mayor intensidad, se desarrollaron los dos grandes géneros que iban a marcar desde entonces la literatura occidental: la tragedia y la comedia.
Esquilo, Sófocles y Eurípides son los tres grandes maestros de la tragedia. Aristófanes, por su parte, no encontró rival como comediante.
El ensayo, en especial el historiográfico aunque también el relacionado con las ciencias naturales, así como -por supuesto- la filosofía, encontraron en Heródoto, Tucícides, Platón y Aristóteles sus grandes campeones,.
En Roma la literatura tardó bastante tiempo en alcanzar cotas semejantes, pero en el siglo I a. C., en plena crisis de la República, se reunieron autores de la talla de Virgilio, Ovidio y Horacio, a los que se unen Plauto, Marcial, Juvenal y, más adelante, Plinio, Suetonio y tantos otros. Los géneros siguen siendo los mismos pero los romanos los perfeccionan y los desarrollan. También inventan algunos, como la sátira, de la que Marcial fue el primer gran referente.


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Veámoslo de forma esquemática: 

Comienzos

  • Homero, autor de la Ilíada y la Odisea.(c. S. VIII a. C.)
  • Hesíodo ( Hacia la segunda mitad del siglo VIII a. C.): Trabajos y días, poema didáctico; Teogonía, exposición de la genealogía de los dioses griegos, El escudo de Heracles.

Poesía lírica

Nace entre los siglos VIII y VII a. C. L. Algunos de los nombres más relevantes son:
  • Safo (c. 650-580 a. C.), con su Oda a Afrodita y Al amado.
  • Anacreonte (572-485 a. C.), cantor de los placeres de la mesa, el vino y el amor.
  • Píndaro (518-438 a. C.), autor de Epinicios sobre los vencedores de los juegos griegos, divididos en cuatro series: Olímpicas, Píticas, Ístmicas y Nemeas.
  • Jenófanes, poeta filosófico.
  • Teognis, cantor de la vida aristocrática.
  • Simónides de Ceos, autor de lírica coral, quien afirmaba que «la poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda»,
  • Baquílides, autor de himnos a los dioses y epinicios
  • Íbico, cantor de amores homosexuales.
  • Estesícoro, el poeta de los mitos.

Tragedia y comedia antigua


En el siglo V, era clásica, surge el drama a partir de los misterios dionisíacos. De los centenares de tragedias escritas e interpretadas durante la época clásica, sólo ha sobrevivido un número limitado de obras:

  • Esquilo (525 a. C.-456 a. C.), considerado creador de la tragedia. Obras: Los persas, Los siete contra Tebas, Las suplicantes y la trilogía La Orestíada
  • Sófocles (495-406 a. C.), limitó el coro, aumentó a tres los actores, con lo que dio mayores posibilidades al diálogo. Se conservan siete tragedias completas, entre las que se cuentan Antígona, Edipo Rey o Electra.
  • Eurípides (485-406 a. C.). Gran penetración psicológica de los personajes. Algunas obras son: Medea, Electra, Heracles, Troyanas, Ifigenia en Táuride o Las Bacantes.
La comedia antigua surgió del culto a Dioniso, pero en este caso las obras estaban llenas de una franca obscenidad. Autor destacado fue:
  • Aristófanes (444-385 a. C.). Aristócrata, ataca la charlatanería, tanto filosófica como política. Los caballeros, Las nubes (contra los filósofos), Lisístrata (contra la guerra), La asamblea de las mujeres.

Historia

Dos de los más influyentes historiadores que florecieron durante la era clásica griega:
  • Heródoto (484-425 a. C.). Cicerón lo llamó el padre de la historia. Escribió Los nueve libros de Historia.
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Aristóteles

      Aristóteles (384-322 a. C.)​ fue un filósofo y científico nacido al norte de Antigua Grecia. Es considerado, junto a Platón, el padre de la filosofía occidental: sus ideas han ejercido una enorme influencia en la historia intelectual durante más de dos milenios.​

    A lo largo de su vida escribió cerca de 200 tratados (de los cuales solo se han conservado 31) sobre una enorme variedad de temas, entre ellos: metafísica, ética, política, literatura, astronomía o biología. Aristóteles transformó muchas (si no todas) las áreas del conocimiento que abordó. Es reconocido como el padre fundador de la lógica y de la biología. Algunas de sus ideas, que fueron novedosas para la filosofía de su tiempo, hoy forman parte del sentido común de muchas personas.
    Aristóteles fue discípulo de Platón y de otros pensadores durante los veinte años que estuvo en la Academia de Atenas.​ Fue maestro de Alejandro Magno y, en la última etapa de su vida, fundó el Liceo en Atenas, donde enseñó hasta poco antes de su muerte. Forman parte de sus aportaciones:
Los tres géneros de la literatura griega.
1. La épica








Homero y la guerra de Troya

Según la epopeya griega La Ilíada, el príncipe Paris de Troya secuestró a su enamorada Helena de Grecia, la mujer más bella del mundo, y  Melenao de Esparta, su marido, convocó a los griegos, que emprendieron la guerra contra los troyanos. Esta guerra fue el encuentro de muchos de los grandes héroes de la antigüedad, como Aquiles, Héctor o Áyax…
La Ilíada de Homero está considerado uno de los poemas escritos más antiguos del mundo occidental, datado hacia el siglo VIII a.C., varios siglos después de la famosa contienda.






La guerra de Troya: argumento
El mito
  • 1.1 Antecedentes. El juicio de Paris
    • 1.1.1 El rapto de Helena
    • 1.1.2 La jefatura de las tropas
  • 1.2 El viaje a Troya
  • 1.3 Inicio de la guerra
  • 1.4 Hechos de la Ilíada
  • 1.5 Muerte de Aquiles
  • 1.6 La armadura de Aquiles. La muerte de Áyax
  • 1.7 El caballo de Troya
  • 1.8 Saqueo de Troya y regreso de los supervivientes



La Iliada y la Odisea



La Iliada

En la Ilíada se narran diversos acontecimientos de la Guerra de Troya. El griego Aquiles se enfada con Agamenón, el caudillo de los griegos que habían ido a Troya a rescatar a Helena. Los troyanos ponen en apuros a los griegos, por lo que Patroclo, amigo de Aquiles, sale a luchar y muere a manos del troyano Héctor.


Aquiles vuelve al campo de batalla para vengar la muerte de su amigo. Mata a Héctor y se niega a devolver el cadáver a los troyanos, el anciano rey Príamo suplica a Aquiles y le ofrece un gran botín para poder enterrar a su hijo. 
 
Aquiles cede y permite que los troyanos se lleven el cuerpo de Héctor. Son frecuentes las  intervenciones de los dioses en el curso de los acontecimientos. La sociedad y los personajes que aparecen son de la época micénica, cuatro siglos anterior a la época en la que vivió Homero.

La Odisea

La Odisea cuenta  las aventuras de Odiseo, un héroe inteligente y astuto que sabe resolver las situaciones difíciles con ingenio y uno de los héroes griegos que fue a Troya, el que planificó la toma de la ciudad con el gran caballo de madera. Su vuelta a su patria, Ítaca, no fue fácil, tuvo numerosas aventuras en un largo y difícil viaje en el que perdió a sus compañeros.
  • Conocemos también la situación del palacio de Ítaca, donde su fiel esposa Penélope lo espera. Aparece una civilización más avanzada con numerosos elementos novelescos.  La estructura es más compleja con tres ámbitos temáticos:
    Aventuras de Odiseo por tierras desconocidas con enfrentamientos a monstruos y brujas.
  • Viaje de su hijo Telémaco para averiguar el paradero de su padre.
  • Lucha de Odiseo con los pretendientes de Penélope en Ítaca.







Javier de Hoz, en la introducción a la edición de La Ilíada de Espasa Calpe, explica que esta obra fue una empresa publicitaria encargada por el rey de Micenas para ser recitada en el ágora. Se trataba de erradicar la memoria social todavía existente en el último milenio a.C., acerca de la sociedad humana pre-patriarcal; memoria que se mantenía con cuentos y coplas transmitidos por tradición oral. La escritura, la literatura escrita, en manos de los poderosos, aparece así para fijar la versión de la Historia que da la vuelta a las guerras y a las conquistas que aniquilaron la sociedad matricéntrica. [...] además de oscurecer el sentido de la guerra de Troya, la Ilíada da la vuelta al paradigma humano de la matrística: en lugar del cuidado de la vida y la búsqueda del bienestar que representa la madre, aparece el ‘héroe’, semidios, dios u hombre, que alcanza su plenitud y su reconocimiento cuando realiza con éxito la empresa guerrera.Desde entonces, la devastación de la vida se llamará ‘heroicidad’, y la fuerza –para manejar la espada o sus equivalentes con los que se pelea ahora –se considerará la cualidad humana más importante.

Casilda Rodrigáñez: El asalto al Hades
















2. La lírica
Los griegos, en las grandes solemnidades políticas o religiosas, solían entonar unos cantos que se acompañaban de un instrumento musical, la lira. Del nombre lira se deriva el de lírica, que significa canto acompañado por la lira.
Los cantos griegos podían ser interpretados bien por un coro, o bien por un solo individuo. En la lírica coral expresaba el poeta los sentimientos de un grupo o de la sociedad, mientras que en el canto individual era expresión de los sentimientos personales del poeta.


Anacreonte


   Fue un poeta profesional que se dedicó a amenizar las fiestas de los príncipes griegos.
   En sus poemas canta con alegría intrascendente al amor, el vino y todos los placeres.
   Su fama se debe, sobre todo, a la enorme influencia que tuvo sobre los poetas griegos y más tarde romanos, que, siguiendo su estilo, crearon un tipo de poemas llamados, odas anacreónticas.


Oda Anacreóntica LX. El texto reza aproximadamente así:



Ya que mortal nací para recorrer el camino de la vida, sé el tiempo que he vivido e ignoro cuánto me queda. Lejos de mí, pues, tristeza; nada quiero contigo. Alegre me reiré y bailaré con Lieo antes que me llegue el fin3.



La traducción de Villegas es:


   Nací mortal al mundo


para que de la vida


trillase los senderos


de no pisadas vías.


Bien sé lo que he vivido,


mas no lo que podría.


Pues, hola, huid, cuidados,


y no me agüéis las dichas;


que a fe que he de alegrarme


antes que llegue el día,


bebiendo, retozando


y sazonando risa.


Lee aquí otros poemas de Anacreonte


Safo de Mitilene


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Busto con la inscripción "Safo Eresia",
es decir “Safo de Ereso”.
Copia romana de un original griego
del siglo V a. C.
Safo de Mitilene, también conocida como Safo de Lesbos, (en griego, Σαπφώ) (Mitilene, Lesbos, ca. 650/610 – Léucade, 580 a. C.)

El tema principal de sus poemas era el amor, expresado siempre con una natural sencillez, a veces con ternura, a veces con pasión. En todos los casos es siempre algo íntimo y sentido, un verdadero eros, sin trivialidades. Sus poemas de amor, apenas con adornos, tienen la inmediatez y espontaneidad de algo sentido.
Parece que Safo  dirigió un círculo de jóvenes muchachas a las que inició en la música, la poesía y en el culto de Afrodita. Conservamos dos poemas dedicados a la diosa, uno de los cuales adopta un tono de amistosa intimidad con ella.
Su poesía fue muy admirada ya en la antigüedad; en la época helenística y romana se le elevó a la categoría de décima musa. Poetas latinos como Catulo y Ovidio conocen su poesía y la imitan. La calidad e intensidad de su poesía amorosa  siempre se ha valorado mucho por traspasar las fronteras del tiempo.

1. Lee los siguientes fragmentos de la poesía de Safo y relaciona con cada uno de ellos algunas de estas características formales y temáticas:
  • Amor como tema: el recuerdo del amor
  • Amor como tema: los celos
  • Personificación 
  • Epicureísmo: la vida placentera
  • Mitología 
  • Pensamientos  
  • La muerte
  • Amor como tema: el deseo
  • Amor como tema:  la belleza
  • Objetivo estético. Uso de adjetivos
  • La naturaleza como tema: la vegetación
  • La naturaleza como tema: los astros
  • Naturaleza como escenario de la vida
  • Realismo anecdótico
  • Autobiografismo




 III. Plenilunio

 Los astros, en torno a la bella luna, de nuevo ocultan su brillante cara siempre que, llena, su máximo fulgor baña de plata la tierra.




 XII El huerto

Allí el agua fresca rumorea por entre tallos verdes. Asombra todo el lugar la sombra de las rosas. Y del temblor del follaje va descendiendo el sueño.






XV A Atis.

Estuve enamorada de ti, Atis, una vez, hace ya tiempo, aunque me parecías una niña menudita y no muy agraciada.




XVI El ruiseñor

Heraldo de la primavera, el dulsísimo ruiseñor.





XVII Soledad a medianoche

Se han puesto ya la luna y las pléyades, Es medianoche, Pasa el tiempo. Y yo sigo durmiendo sola.





XIX Brindis

Ven, Cipria, y ve escanciando graciosamente en las doradas copas el  néctar que tenemos mezclado para el festín.


 

XX Frío en el alma

A las palomas fría se les ha puesto el alma
y dejan caer el peso de sus alas.





XXI Maldición

Al que me causa esta herida los vientos se lo lleven
y las penas.





XXVII Quasi ventus

Amor ha agitado mis entrañas como el huracán que sacude monte abajo las encinas.




XXIX Bienvenida

Viniste. Hiciste bien. Yo te estaba aguardando. Has prendido fuego a mi corazón, que se abrasa de deseo. 

 


XXX Imposible.

Tocar el cielo no pretendería yo, con mis dos codos de estatura.





XXXI La llegada del sueño

Y en sus ojos el negro sueño derramóse...




XXXII Hallazgo

Cuentan que una vez Leda, en jacintos envueltos encontró un huevo.





XXXV Calabazas

Si es verdad que me quieres, anda a buscar un tálamo más joven. No estoy dispuesta a compartir contigo mi lecho siendo yo más vieja.





XXXVI Virtud y riqueza

Riqueza sin virtud es vecina poco recomendable. La unión de ambas es la que acarrea la felicidad. 


 

XXXVII El duelo y los poetas

No está bien que en casa la de los devotos de las musas venga a habitar el duelo. Es cosas que no nos va, la pena.





XXXIX Piropo nupcial

Tienes gracioso el talle, oh novia, y dulce como la miel es tu mirada. Amor se ha derramado por tu carita encantadora, y decididamente Afrodita te ha honrado con especial esmero. 





XLII Cuidado con la lengua

Cuando en el pecho la cólera se inflama, hay que ponerse en guardia contra la lengua charlatana. 





XLIII Más blanca que la leche

Más blanca que la leche; más tierna que el agua; más armoniosa que las liras; más arrogante que un potro; más graciosa que las rosas; más suave que un manto fino; más preciosa que el oro. 





XLIV Danzarinas

Así danzaban hace tiempo al son de las música las doncellas de Creta, con sus pies delicados, en torno a un bello altar, pisoteando la tierra y la suave flor del césped.





XLV Malos pensamientos

-Quisiera decirte algo que me da vergüenza decirte.
-Si el deseo que te domina fuese de cosas limpias y honestas, y no fuese malvada la palabra que te tiembla en la lengua, la vergüenza no te turbarías los ojos, sino que hablarías sin empacho de tus justos deseos. 






XLVI El morir

El morir es un mal. Los dioses lo creen así. Sin no, ellos también morirían.





XLVII Un epigrama

Estas son las cenizas de Rimade. Muerta antes de la boda, fue a parar al oscuro tálamo de Perséfono. Y una vez que ella pereció, con un acero recién afilado todas sus compañeras la graciosa cabellera de sus cabezas aquí colocaron como ofrenda.


La oda a Afrodita es uno de los poemas más conocidos de Safo. Además, tiene la particularidad de que es probablemente el único poema de ella que nos ha llegado completo. A esta oda, solo le falta un pequeño pedazo al inicio del tercer verso de la quinta estrofa. De los demás poemas de Safo, lo que nos ha llegado son estrofas o versos sueltos. La oda a Afrodita ha llegado hasta nosotros porque fue citada por Dionisio de Halicarnaso, un escritor del siglo I a. C.
Desde un punto de vista formal, la obra está compuesta de siete estrofas sáficas. La estrofa sáfica, denominada así en honor a Safo, se compone de cuatro versos, los primeros tres son endecasílabos sáficos, mientras que el último es un pentasílabo adónico. La métrica grecolatina es diferente a la métrica española, por eso no es posible traducir estos versos de una forma adecuada. En griego, había vocales cortas y largas y los versos tenían cierta cantidad de sílabas largas y breves. Si leyéramos la oda a Afrodita en griego, notaríamos cómo todos los versos inician con una sílaba larga seguida de una sílaba breve.


El poema se inicia con una invocación. Safo llama a la diosa Afrodita y le ruega que acuda en su ayuda. Luego viene una larga digresión en la que la autora rememora una ocasión anterior en que la diosa la ayudó. En aquel momento Afrodita, llevada por un carruaje de oro tirado por gorriones, desciende y atiende el ruego prometiéndole que la renegada «pronto» estará completamente enamorada de ella. El poema cierra con una estrofa en la que se reitera la solicitud de ayuda en la «guerra del amor», concepto antiguo que aún hoy conservamos y supone que el establecimiento de una relación amorosa es similar a una batalla.

¡Oh, tú en cien tronos Afrodita reina,
Hija de Zeus, inmortal, dolosa:
No me acongojes con pesar y angustias
Ruégote, Cipria!

Antes acude como en otros días,
Mi voz oyendo y mi encendido ruego;
Por mi dejaste la del padre Zeus
Alta morada.

El áureo carro que veloces llevan
Lindos gorriones, sacudiendo el ala,
Al negro suelo, desde el éter puro
Raudo bajaba.

Y tú ¡Oh, dichosa! en tu inmortal semblante
Te sonreías: ¿Para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿Qué padeces hora?
—me preguntabas—

¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿A quién pretendes enredar en suave
Lazo de amores? ¿Quién tu red evita,
Mísera Safo?

Que si te huye, tornará a tus brazos,
Y más propicio te ofrecerá dones,
Y cuando esquives el ardiente beso,
Querrá besarte.

Ven, pues, ¡Oh diosa! y mis anhelos cumple,
Liberta el alma de su dura pena;
Cual protectora, en la batalla lidia
Siempre a mi lado.
Ποικιλόθρον᾽ ὰθάνατ᾽ ᾽Αφρόδιτα,
παῖ Δίος, δολόπλοκε, λίσσομαί σε
μή μ᾽ ἄσαισι μήτ᾽ ὀνίαισι δάμνα,
πότνια, θῦμον.

ἀλλά τυίδ᾽ ἔλθ᾽, αἴποτα κἀτέρωτα
τᾶς ἔμας αὔδως αἴοισα πήλγι
ἔκλυες πάτρος δὲ δόμον λίποισα
χρύσιον ἦλθες

ἄρμ᾽ ὐποζεύξαια, κάλοι δέ σ᾽ ἆγον
ὤκεες στροῦθοι περὶ γᾶς μελαίνας
πύκνα δινεῦντες πτέῤ ἀπ᾽ ὠράνω αἴθε
ρος διὰ μέσσω.

αῖψα δ᾽ ἐξίκοντο, σὺ δ᾽, ὦ μάκαιρα
μειδιάσαισ᾽ ἀθανάτῳ προσώπῳ,
ἤρἐ ὄττι δηὖτε πέπονθα κὤττι
δηὖτε κάλημι

κὤττι μοι μάλιστα θέλω γένεσθαι
μαινόλᾳ θύμῳ, τίνα δηὖτε πείθω
μαῖς ἄγην ἐς σὰν φιλότατα τίς τ, ὦ
Ψάπφ᾽, ἀδίκηει;

καὶ γάρ αἰ φεύγει, ταχέως διώξει,
αἰ δὲ δῶρα μὴ δέκετ ἀλλά δώσει,
αἰ δὲ μὴ φίλει ταχέως φιλήσει,
κωὐκ ἐθέλοισα.

ἔλθε μοι καὶ νῦν, χαλεπᾶν δὲ λῦσον
ἐκ μερίμναν ὄσσα δέ μοι τέλεσσαι
θῦμος ἰμμέρρει τέλεσον, σὐ δ᾽ αὔτα
σύμμαχος ἔσσο.










Virgilio



Roma conoció la poesía bucólica (del griego βουκολική ἀοιδή, «canto de pastores»), según parece, por las ediciones que se hicieron a lo largo del siglo I a.C . de los Idilios (del griego εἰδύλλιον, «pequeño poema») de Teócrito, varios de los cuales tenían este carácter pastoril. Teócrito había nacido en Siracusa (Sicilia), hacia 310 a. C. y había marchado en torno a 275 a. C. a Alejandría, que Ptolomeo II Filadelfo estaba convirtiendo en un centro fundamental de cultura y arte. Allí entró en contacto con otros poetas, especialmente con Calímaco y Apolonio de Rodas, con quienes compartió el amor por lo pequeño, refinado y nuevo.
Virgilio había sentido siempre profunda admiración por los poetas alejandrinos del siglo III a. C. La que profesó por Teócrito se manifiesta en las múltiples ocasiones en que se inspira en él para sus Bucólicas. Las Bucólicas (en latín Bucolica, también conocidas como Églogas, Eclogae), que leeremos aquí,  constituyen la primera de las grandes obras del poeta romano Virgilio. A continuación leemos un pequeño fragmento:

MELIBEO  ¡Títiro!, tú, recostado a la sombra de esa frondosa haya, meditas pastoriles cantos al son del blando caramillo; yo abandono los confines patrios y sus dulces campos; yo huyo del suelo natal, mientras que tú, ¡oh Títiro!, tendido a la sombra, enseñas a las selvas a resonar con el nombre de la hermosa Amarilis.

TÍTIRO
  A un dios, ¡oh Melibeo!, debo estos solaces, porque para mí siempre sera un dios. [...] a él debo que mis novillas vaguen libremente, como ves, y también poder yo entonar los cantos que me placen al son de la rústica avena.


MELIBEO
  [...] Aquí me tienes a mí, que, aunque enfermo, yo mismo voy pastoreando mis cabras, y ahí va una, [...] esperanza, ¡ay!, del rebaño [...] Mas dime, Títiro, ¿quién es ese dios?


TÍTIRO
  Simple de mí, creía yo, Melibeo, que la ciudad que llaman Roma era parecida a esta nuestra adonde solemos ir los pastores a destetar los corderillos [...] pero Roma destaca tanto sobre las demás ciudades como los altos cipreses entre las flexibles mimbreras,


MELIBEO
  ¿Y cuál tan grande ocasión fue la que te movió a ver  Roma?


TÍTIRO
  La libertad, que, aunque tardía, al cabo tendió la vista a mi indolencia cuando ya al cortarla caía más blanca mi barba; me miró, digo, y vino tras largo tiempo, ahora que Amarilis es mi dueña y que me ha abandonado Galatea





3. El teatro

 

 El culto dionisíaco



     El culto a Dioniso se extendió gradualmente por toda Grecia. Durante los meses de invierno en Atenas se celebraban diversos festivales por Dioniso. La celebración de febrero era un festival floral en el que se consumía el vino nuevo y se traía a Dioniso en un barco -carrus navalis para los romanos: éste es el origen de la fiesta de carnaval, que retiene elementos de la locura de las Ménades.

     Durante los festivales dionisíacos de marzo había comedias, tragedias y juegos de sátiros en el teatro de Dioniso situado al pie de la Acrópolis.



     En honor a dios, se sacrificaba un carnero (tragedia, del término griego tragoidia, significa «canción de cabra»)  cuya sangre fecundaba los campos mientras los sátiros bailaban y salmodiaban algunos textos (precedentes del coro). Esto se conoce como el ditirambo, y debió de llevarse a cabo en las afueras de cualquier pueblo griego.
En esos cantos, se invocaba a los dioses, y en especial a Dionisios,  que  personifica las fuerzas misteriosas de la naturaleza, para que se acercaran a la tierra.
Se daban hechos de trance o histeria colectiva cuyo fin era la liberación del mal por medio del furor producido, origen de la futura «purificación catártica» del teatro griego. Sin embargo, el simple canto o la invocación a un dios poco tenía que ver con el teatro, aunque sí con la teatralidad. Hacía falta que se «cantase» a un hombre y no a un dios; el rito religioso debía retirarse de la escena para dejar paso al hombre. La leyenda dice que durante una de estas invocaciones, un griego bastante pasado de vino se levantó y dijo “¡Yo soy Dionisio, ¿qué queréis?!”, y así nació el primer actor en el sentido estricto del término. Desde entonces, un «primer actor» salió del coro para disfrazarse de dios, luego se representarían escenas de su vida, y finalmente, de los hombres.

     Con todo el énfasis de la embriaguez y el éxtasis, Dioniso representaba un aspecto peculiar de la civilización griega que contrastaba con la personificación sensible, intelectual, artística y controlada del dios Apolo. Dioniso también era adorado en Delfos, centro del culto a Apolo. En invierno, cuando éste salía para morar con una tribu que vivía en el Norte helado, se celebraban las festividades dionisíacas. En primavera, con el regreso de Apolo, Dioniso moría para renacer al año siguiente.


 
Tragedia


Dioniso en torno a los sátiros


Señala Aristóteles que la tragedia nace al inicio como improvisación, en forma de canto coral en honor a Dionisio. Al inicio estas manifestaciones eran breves y de un tono burlesco porque contenían elementos satíricos, pero luego el lenguaje se hace más grave y los temas más profundos. Se puede suponer que en determinado momento el corifeo, es decir el portavoz del coro, habría sido separado y habría comenzado a dialogar con el coro, convirtiéndose así en un verdadero personaje. Posteriormente iría proliferando el número de personajes, dando así nacimiento al drama.
La tragedia griega se desarrolló exclusivamente en Atenas, especialmente durante la época de mayor apogeo cultural y político: el siglo V a. de C. Los temas mitológicos de las tragedias son semejantes a los temas de la poesía épica, pero hay una diferencia fundamental: la épica narra hechos demasiado heroicos para que el público pueda sentirlos como suyos; la tragedia, sin embargo, plantea problemas relacionados con las pasiones humanas, como la justicia o el deseo.


Comedia 
El tono elevado y aristocrático de la tragedia se hace burlón y  popular en la comedia, que intenta hacer reír, divertir sobre todo. Si la tragedia emplea un lenguaje solemne y grave, el de la comedia es procaz, chistoso. La acción, lenta y ceremoniosa en la tragedia, es rápida y viva en la comedia, con peleas, discusiones y críticas a la sociedad de la época.


Los personajes de la comedia no son dioses ni héroes del pasado, sino gente de la calle, individuos de la vida diaria ateniense. Los temas no son las grandes pasiones humanas, sino las trampas, las murmuraciones, las conductas del pueblo y las figuras públicas. La comedia no trata de enseñar nada, ni de corregir a los hombres, sólo entretener y hacer reír por cualquier medio.

 
Estructura de la tragedia

La tragedia griega está estructurada siguiendo un esquema rígido, cuyas formas se pueden definir con precisión. Se inicia generalmente con un prólogo, donde se da la ubicación temporal y se une el pasado del héroe con el presente. Se informa al espectador del porqué del castigo que va a recibir el héroe y en esta parte no interviene el coro.
Prosigue la párodos, donde se realiza un canto lírico con danzas.
Luego comienzan los episodios que pueden ser hasta cinco. En ellos hay diálogo entre el coro y los personajes o entre personajes; es la parte más importante por ser la dramática por excelencia y expresa el pensamiento e ideas del personaje. Entre los episodios se hallan los estásimos, que son intervenciones del coro en las que se expresan las ideas políticas, filosóficas, religiosas o morales del autor.
Por último, el éxodo es la parte final de la tragedia. Hay cantos líricos y dramáticos. El héroe reconoce su error. A veces es castigado con la muerte por los dioses y es allí donde aparece la enseñanza moral.

 

La tragedia de Aristóteles a los contemporáneos

Mímesis y catarsis

En la Poética de Aristóteles encontramos los elementos fundamentales para la comprensión del teatro trágico, sobre todo los conceptos de mímesis (μίμησις, del verbo μιμεῖσθαι, 'imitar') y de catarsis (κάθαρσις, 'purificación'). Escribe en la Poética:
La tragedia es por lo tanto imitación de una acción noble y terminada [...] la cual por medio de la piedad y del miedo termine con la purificación de tales pasiones.
La tragedia representa las acciones más torpes que los hombres puedan realizar: su contemplación hace que el espectador, por un lado, empatice con el héroe trágico a través de sus emociones (pathos); por otro lado condenando la desmesura a través del hýbris (actuación contra las leyes divinas que lleva al personaje a cometer el crimen). La mímesis final representa el castigo recibido: éste hace nacer en el espectador sentimientos de piedad y terror que permiten que la mente se purifique. Comprendiendo a los personajes, se distancia de sus propias pasiones y alcanzan un nuevo nivel de sabiduría.



Edipo

Lee aquí el mito de Edipo, protagonista del Edipo rey de Sófocles, entre otras obras.

Edipo Rey, de Sófocles

Edipo reina en Tebas contando con la veneración del pueblo y el amor de Yocasta, la viuda de Layo, el rey muerto, ahora convertida en su esposa. La ciudad está asolada por numerosos males y sus habitantes acuden a Edipo para que interceda por ellos. Desde Delfos llega la noticia que señala a quien mató a Layo como causante de todos los males. Sólo su castigo salvará a Tebas.
Edipo se compromete ante el pueblo a castigar al culpable. Tiresias, el ciego adivino, previene a Edipo y le ruega que mida sus palabras porque su destino está señalado por Apolo. Tras la muerte del rey de Corinto, al que Edipo considera su padre, una terrible verdad llegará hasta el trono de Tebas: Edipo es el causante de la muerte de Layo y además Yocasta, la viuda de Layo y esposa de Edipo, es realmente madre de éste.
Al conocer la verdad, Yocasta se quita la vida. Edipo ante el cadáver de su madre y esposa, se arranca los ojos desesperado y reclama el castigo que él mismo prometió para el culpable y así salvar a Tebas.

Mito de Edipo

La ontogenia de cada criatura repite la filogenia de nuestra especie, en lo biológico y también en lo cultural. Por eso no fue casualidad que Freud diese el nombre de Edipo a nuestra estructura psíquica y emocional, pues el proceso de su formación repite la historia de la formación de nuestra sociedad, que comenzó hace 6000/4000 años.
   La tragedia de Edipo es la tragedia de las criaturas inocentes, que al caer bajo la Ley patriarcal, tienen que reconocerse culpables de ser lo que son, es decir, criaturas deseantes, productoras de vida; declarados el deseo y el impulso vital malignos, fuera de la Ley, somos culpables de cualquier reconocimiento, de cualquier atisbo de reivindicación de nuestro deseo y de nuestra sexualidad básica.
   La automutilación de Edipo representa la autorepresión de nuestra vitalidad, de nuestra sexualidad, de nuestros deseos, que efectuamos al construir nuestros ‘egos’ y socializarnos en este mundo.
La realidad es que los deseos humanos fueron declarados malignos porque son incompatibles con la sociedad patriarcal que, para funcionar, tiene que reducir la vitalidad humana a unos mínimos controlables para imponer el orden jerárquico falocrático.
  La mitología se creó para ocultar nuestros orígenes filogenéticos y ontogénicos, y bloquear las reacciones de resistencia a la Ley. Toda nuestra civilización y nuestro universo conceptual está montado sobre un montón descomunal de representaciones falaces de la condición humana y de la vida en general.

Casilda Rodrigáñez: El asalto al Hades









Las troyanas

Con Las troyanas, representada en 415 a.C. después de la terrible matanza de la isla de Melos (donde los atenienses acuchillaron a los hombres y esclavizaron a las mujeres), Eurípides puso en escena el último día de la destrucción de Troya, con el sufrimiento de las mujeres troyanas y el saqueo de los vencedores. La tragedia refleja los sufrimientos de los vencidos y la degradación moral que produce la guerra en los vencedores.
Eurípides (c. 480-406 a.C.) vivió en la época del mayor esplendor político y económico de Atenas, asistió a la construcción del Partenón y los más hermosos monumentos de la Acrópolis y compartió el orgullo de los ideales democráticos.



Ante la mirada de Andrómaca, Neoptólemo (o tal vez Odiseo) se dispone a tirar a Astianacte desde la muralla de Troya.
La obra es un canto lleno de dramatismo por las consecuencias de la guerra. Se destaca la crueldad de los vencedores, que, en su desmesura (hybris), no tienen piedad con los vencidos, ni respeto a los dioses, ya que profanan sus templos. Ni siquiera tienen consideración con los niños. Hécuba exclama ante la visión del pequeño cuerpo inerte del hijo de Héctor:
Ahora que la ciudad ha sido tomada y destruidos los frigios, tenéis miedo de un niño pequeño. No alabo el miedo de quien teme reflexionar.
    Los vencedores llevan diez años asediando Troya, separados de sus familias y muriendo ante sus murallas. Tras la victoria, se ciernen multitud de desgracias contra ellos y Menelao, Agamenón, Odiseo y tantos otros estarán sujetos a multitud de desdichas. Zeus, según Eurípides, conduce a la justicia por caminos silenciosos.
     En los vencidos, hasta la virtud es causa de desgracias: Andrómaca anuncia que, debido a su buena fama como esposa del fallecido Héctor,  el hijo Aquiles, asesino de troyanos, la ha solicitado por esposa.
Me bastaba con tener en mí misma un maestro honesto: la inteligencia. A mi esposo siempre le ofrecía una lengua silenciosa y un aspecto sereno. Conocía aquello en lo que prevalecer sobre mi marido y sabía concederle la victoria en lo que debía.
     Eurípides, el dramaturgo filósofo, se separa abiertamente, como en otras obras, de la concepción de los dioses de su época, llevando su reflexión mucho más allá:

¡Oh Zeus, soporte de la tierra y que sobre la tierra tienes tu asiento, ser inescrutable, quienquiera que tú seas, -ya necesidad de la naturaleza o mente de los hombres- ¡a ti dirijo mis súplicas! Pues conduces todo lo mortal conforme a la justicia por caminos silenciosos.

Personajes

  • Poseidón, dios del mar.
  • Atenea, diosa del pensamiento y la guerra. Divinidad epónima de Atenas.
  • Hécuba, exreina de Troya, ahora esclava de Odiseo (Ulises). Esposa de Príamo. Madre de Héctor, Paris, Políxena y Casandra, entre otros.
  • Coro, de mujeres troyanas cautivas.
  • Taltibio, heraldo y mensajero de los griegos.
  • Casandra, hija de Hécuba y Príamo. Sacerdotisa de Apolo, quien le había concedido el don de la profecía.
  • Andrómaca, viuda de Héctor.
  • Astianacte, hijo de Andrómaca y Héctor
  • Menelao, rey de Esparta.
  • Helena, esposa de Menelao y de Paris. 
     



Argumento

     Tras el saqueo de Troya, la flota está lista para partir y las troyanas están siendo sorteadas. Poseidón se lamenta la destrucción de Troya, la ciudad cuyos muros edificó. Ante él se presenta la diosa Atenea quien, indignada porque han sacado a Casandra del templo donde le rendía culto, no favorecerá a los griegos en su regreso, a pesar de que los había apoyado desde el inicio de la guerra.
     Hécuba muestra la desesperación de los vencidos.  Pregunta por el destino de cada troyana, que no puede ser otro que el de servir a algún vencedor casándose a la fuerza con él. Andrómaca ha sido asignada al hijo de Aquiles; Hécuba, a Odiseo; Casandra, su hija, a Agamenón; Políxena, también hija de Hécuba, ha de ser sacrificada en la tumba de Aquiles, creando un gran efecto dramático. Casandra canta su canción de boda llena de odio contra Agamenón, anunciando que su boda causará la ruina del jefe de los aqueos.
     Los aqueos deciden matar al hijo de Andrómaca y de Héctor despeñándole por los muros de Ilión.
     Menelao aparece en escena para llevarse a Helena, prometiendo matarla en Esparta, adonde no quieren ir las prisioneras, por ser la cuna de sus males. Hécuba alaba la decisión de Menelao de matar a Helena, mas le advierte sobre los encantos de esta mujer y la posibilidad de que le vuelva a enamorar en el viaje.
     Helena se defiende culpando a Príamo por no haber matado a Paris cuando nació, previniendo el destino profetizado para Troya, que sería destruida si el niño no moría; culpa también a Afrodita que, en el famoso juicio de Paris, había prometido concederle a éste el lecho de Helena. 

A continuación veremos la adaptación al cine hecha en 1971 por Mihalis Kakogiannis, de la que tenemos aquí dos muestras:





La película a veces lleva a cierto tipo de espectador, acostumbrado al cine comercial, a cansarse o incluso a reírse de escenas como la anterior, con la reacción de Andrómaca (Vanessa Redgrave) al serle comunicada la suerte de su hijo. Quizás sea más fácil entretenerse con espectáculos de este género:








Pero es que resulta difícil soportar el horror al que, hoy como en los tiempos de Troya, conduce la barbarie humana: 





... horror en el que, hoy como entonces, el género importa mucho:





 

    Las guerras no son desgracias que acontecen a los demás, en sitios lejanos con tradiciones extrañas y bárbaras:

    Son incontables los testimonios que evidencian que el 18 de julio de 1936 el objetivo de los golpistas contra el Gobierno de la IIª República española era exterminar calculadamente al contrario. El general Mola, el día 19 de julio exige a los suyos que “hay que sembrar el terror (…) eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”. También en la misma línea, el capitán Aguilera, jefe de Prensa de Franco durante la Guerra Civil, dice: “tenemos que matar, matar y matar. Son como animales. Al fin y al cabo ratas y piojos son portadores de la peste. Nuestro programa consiste en exterminar a un tercio de la población masculina. Con eso se limpiaría el país. Además también es conveniente desde el punto de vista económico: no volvería a haber desempleo en España”. En la campaña también participaron numerosos jerarcas de la Iglesia Católica, como el obispo de Vic, Joan Perelló, que recomendaba una “profilaxis social” y pedía un “bisturí para sacar la pus de las entrañas de España”. El mismo Franco no escondía sus intenciones cuando declaraba a la prensa internacional que estaba “dispuesto exterminar si fuese necesario a toda esa media España que no me es afecta”. 
     
    Algunas cifras

    Las cifras del genocidio franquista son estremecedoras. A finales de 1936 las tropas de Franco ya habían fusilado, bajo órdenes oficiales, a 50.000 personas. Según el ex –fiscal general del Estado, Carlos Jiménez Villarejo, “los presos políticos fallecidos, entre los que se incluía a los fusilados tras un “proceso” y los muertos en las cárceles, desde abril de 1939 hasta el 30 de junio de 1944, fueron 192.684”. Suponía una media de 105 muertos diarios durante esos cinco años (terminada la Guerra Civil las tropas de Franco no tuvieron reparo alguno en fusilar a menores de edad, tómese como ejemplo a las famosas “Trece Rosas” en Madrid).
    Otros historiadores, como Paul Preston, apuntan a que fueron 180.000 los ejecutados durante la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura. A las ejecuciones acompañaron 250.000 exiliados y 280.000 presos en cárceles (el 10 por ciento de la población activa), 190 campos de concentración que acogieron 350.000 detenidos y 200.000 presos esclavizados a trabajos forzados sin remuneración ni derecho alguno para reconstruir las infraestructuras del Estado.  A otros muchos exiliados se les aplicó lo que Javier Rodrigo ha dado en llamar “memoricidio”: se les privó de la “nacionalidad española”. Murieron en campos nazis de exterminio (Franco estaba puntualmente informado).


    La Historia guarda declaraciones que los golpistas hicieron animando a sus soldados a violar y asesinar mujeres. El general Queipo de Llano, al acabar la Guerra Civil, en sus discursos emitidos por radio espetaba: “vayan las mujeres de los rojos preparando sus mantones de luto (...), estamos dispuestos a aplicar la ley con firmeza inexorable: ¡Morón, Utrera, Castro de Río, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros; que si así lo hiciereis quedaréis exentos de toda culpabilidad”, “¿qué haré? pues imponer un durísimo castigo para acallar a esos idiotas congéneres de Azaña. Por ello, faculto a todos los ciudadanos a que, cuando se tropiecen con uno de esos sujetos, lo callen de un tiro. O me lo traigan a mí, que yo se lo pegaré”, “Nuestros valientes legionarios y Regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y de paso, también a sus mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han jugado al amor libre? Pues ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen”.
    La represión alcanzó todos los planos y rincones del país. Casi la totalidad de los intelectuales y profesores de Universidad tuvieron que exiliarse o fueron expulsados de sus puestos. Comenzó a reivindicarse lo medieval, los Reyes Católicos, la música sacra, la idea del imperio y se impuso una censura feroz. El propio Franco proponía “la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias, destruida en el siglo XVIII”.

    Fuente: aquí 

     Ahora bien, es importante comprobar que el papel de las mujeres ha ido mucho más allá del de víctimas pasivas en los conflictos. Ejemplos como los de este artículo se dan desde los albores de la humanidad:

    Contructoras de paz 

     Pero volvamos ahora a la antigua Grecia. Aquella que protagonizó la guerra de Troya y que encumbró como héroes a quienes mataban y destruían, fue también, y sobre todo, la que iluminó al mundo antiguo, logrando cotas de civilización que, en muchos casos, no han sido aún superadas:







    Apoyándonos en la lectura de textos clásicos griegos descubrimos dos ejemplos concretos de lucha por la paz en la Atenas del s. V a. C.: Eurípides, desde sus tragedias, y Aristófanes, en el terreno de lo cómico, demuestran su interés por los problemas políticos de su tiempo. La evolución del concepto del hombre en la Grecia Antigua estará íntimamente unida a la búsqueda de la concordia, de la paz entre los distintos pueblos, de una filantropía que desemboca en el culmen del amor desinteresado: la agapé.  

    Atenas. En el s. V a. C. esta pólis va a tener como principal enemiga a Esparta. Tras la Paz de Nicias, que tuvo lugar el año 421 a. C., parece que los conflictos entre ambas potencias se suavizan. Pero Atenas sigue una política de dominación atemorizando a las restantes ciudades helénicas, incluso a las que no suponían un peligro real. Así, en pocos años, Escíone (421) y Melos (416) son arrasadas, sus hombres pasados a cuchillo y las mujeres y niños reducidos de forma cruel y vergonzosa a esclavitud. En este marco aparece  Las Troyanas. Eurípides no pudo permanecer insensible ante la atrocidad de una guerra que él concibió siempre como estéril bajo cualquier concepto. LasTroyanas es el mayor alegato a favor de la paz que jamás se haya puesto en escena1. Al público ateniense no le agradó demasiado que un episodio como el de la guerra de Troya —que conservaban en su memoria como la gran victoria nacional— se reflejase con toda su crudeza y desde la perspectiva de las mujeres de aquella ciudad que habían visto morir a sus seres más queridos y debían esperar a ser embarcadas en las naves de los griegos para servir de por vida como esclavas en los diferentes reinos de la Hélade. Eurípides se pone del lado de las troyanas y a través de ellas lanza su condena abierta contra cualquier acción bélica de conquista, como muestra la sentencia de Casandra en el primer episodio de la tragedia: "Evitar la guerra, en resumen, es el deber de todo hombre prudente" (v. 400).  

    Muy distinto es el tono que advertimos en las comedias de su contemporáneo Aristófanes, y, con todo, la finalidad es la misma: intentar a toda costa refrenar la agresividad de Atenas. Aprovechando el indudable poder que el teatro tenía sobre el auditorio y consciente de su deber como educador de la sociedad, este comediógrafo contribuyó en gran medida a la lucha por unos ideales pacifistas a veces utópicos. Para celebrar la ya citada Paz de Nicias, esto es, la tregua entre atenienses y espartanos, Aristófanes representó su comedia La Paz en la que el protagonista, Trigeo, subía al cielo en un escarabajo gigante a fin de acabar con la dichosa guerra. Cuál no sería su sorpresa cuando ve en el Olimpo a la mismísima Guerra gobernando sobre los dioses, mientras que la Paz permanece encerrada en una caverna. Trigeo se pone manos a la obra y, con la ayuda de trabajadores de todas las ciudades griegas, libera a ésta de su prisión para terminar con la Guerra y así poder celebrar sus mejores banquetes. 

      Más conocida es su Lisístrata, estrenada al año siguiente de Las Troyanas de Eurípides. Lisístrata, el personaje principal, es consciente de la estulticia de la guerra y diseña un plan para erradicarla del corazón de sus conciudadanos. Se trata de una huelga sexual: cada mujer debe someter a su marido a una castidad forzosa hasta que todos abandonen las armas. Recordemos la conversación que mantienen las mujeres al comienzo de la obra

      CLEONICA- Y si nos abstuviéramos de eso que tú dices —¡ojalá no sea así!—, ¿por eso va a haber más paz?
     LISÍSTRATA- Mucho más, por los dioses, Si nos quedáramos en casa bien pintadas y nos paseáramos desnudas en nuestras camisitas de Amorgos... y los hombres se pusieran calientes y quisieran acostarse con nosotras y no nos dejáramos sino que nos priváramos de ello, harían la paz enseguida, lo sé bien.  
    LAMPITÓ- Así Menelao cuando vio, pasando a su lado, las manzanas de Helena desnuda, tiró la espada, según dicen. 

    Estas propuestas de paz se dan en un momento histórico muy concreto. Son voces que se alzan a favor del bienestar social y político, pero también es verdad que están lejos de transmitir una visión del mundo como unión de pueblos hermanos. No se trata, por tanto, de humanitarismo sino de búsqueda interesada de prosperidad.  El paso definitivo hacia un sentimiento de filantropía lo tenemos en la Época Helenística (ss. III—II a. C.), si bien Isócrates y Jenofonte habían anticipado muestras de interés por el panhelenismo y por un respeto humano en general. La filosofía aristotélica concibe al hombre desde el enfoque del individualismo y de la ausencia de lo trascendente, y esta falta de la divinidad en la mente del pueblo helénico lo conduce a la búsqueda de un nuevo ideal que una a los hombres con lazos solidarios de comprensión y amor. Ésta es la filantropía, la humanitas de la que hablará constantemente Cicerón, el Humanismo entendido como una reflexión del hombre sobre el hombre y para el hombre donde la educación tiene un papel fundamental. En esa línea podemos leer los testimonios del poeta Menandro, principal figura de esta corriente y punto de referencia obligada para los humanistas de todos los tiempos.
    Fuente: aquí

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