HE aquí una posible solución al comentario del último texto propuesto en clase:
El deseo de Gregorio de ver a la madre pronto se
convirtió en realidad. Durante el día Gregorio no quería
mostrarse por la ventana, por consideración a sus padres, pero
tampoco podía arrastrarse demasiado por los pocos metros
cuadrados del suelo; ya soportaba con dificultad estar tumbado
tranquilamente durante la noche, pronto ya ni siquiera la comida
le producía alegría alguna y así, para distraerse, adoptó la
costumbre de arrastrarse en todas direcciones por las paredes y el
techo. Le gustaba especialmente permanecer colgado del techo; era
algo muy distinto a estar tumbado en el suelo; se respiraba con
más libertad; un ligero balanceo atravesaba el cuerpo; y sumido
en la casi feliz distracción en la que se encontraba allí
arriba, podía ocurrir que, para su sorpresa, se dejase caer y se
golpease contra el suelo. Pero ahora, naturalmente, dominaba su
cuerpo de una forma muy distinta a como lo había hecho antes y no
se hacía daño, incluso después de semejante caída. La hermana
se dio cuenta inmediatamente de la nueva diversión que Gregorio
había descubierto -al arrastrarse dejaba tras de sí, por todas
partes, huellas de su sustancia pegajosa- y entonces se le metió
en la cabeza proporcionar a Gregorio la posibilidad de arrastrarse
a gran escala y sacar de allí los muebles que lo impedían, es
decir, sobre todo el armario y el escritorio.
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TEMA
En su Carta al
padre, Franz Kafka expresó lo que para él era su ideal de
vida: permanecer encerrado en un sótano al que de vez en cuando le
traerían comida; su única distracción sería arrastrarse para ir a
recogerla y volver a su mesa, donde escribiría todo el día,
atrincherado en su soledad.
El presente fragmento
constituye un trasunto literario de esa fantasía del autor:
Gregorio, cada vez más hecho a su nueva condición tras la
metamorfosis, se mueve con dificultad por la habitación. El narrador
nos cuenta que ha empezado
a moverse por el techo y que la hermana,
dándose cuenta de su nueva condición , se plantea vaciar de muebles
la habitación. Todo el fragmento gira, por tanto, en torno a la
comodidad, la intimidad, la soledad del protagonista.
Gregorio Samsa,
convertido en un insecto, apenas sale de su habitación: en ella pasa
los días encerrado; desde ella escucha a su familia u oye la voz del
apoderado que viene a buscarlo. Sólo en unas pocas ocasiones sale de
allí y entonces es golpeado por la furia del padre o rechazado por
el asco o el miedo de los otros personajes: el apoderado huye por
las escaleras; la madre protege a la hermana o una de las sirvientas
se encierra en la cocina para no verlo. Sólo la segunda criada
soporta su visión y lo hace para herir la autoestima de Gregorio,
casi burlándose de él.
Sin duda, este
planteamiento del libro nos hace pensar en todo momento en el
aislamiento y la soledad del propio Kafka: en la ya mencionada Carta
al padre, el autor checo reconocía su miedo al padre y se
declaraba encerrado en uno de los tres mundos que concebía: en uno
de ellos se veía él mismo, solo y asfixiado; en el segundo,
situaba a su padre, dando órdenes imposibles de cumplir, encumbrado
en su autoritarismo; en el resto vivirían libres y felices el resto
de las personas.
Pero La
metamorfosis no es sólo el resultado de la experiencia
personal, individual de la vida del autor: en su época numerosos
factores conducen al individuo al aislamiento, a la soledad y al
miedo:
Tensiones sociales
provocadas por el mundo industrial: la clase obrera lucha por
alcanzar algunos derechos frente a una burguesía opresora y avara.
Autoritarismo
creciente en los gobiernos del cruce de siglos, representado por la
figura de Bismark en Prusia o por las políticas imperialistas en
toda Europa.
Tensiones entre los
diferentes pueblos y naciones de Europa que en unos pocos años
conducirán a las dos guerras mundiales y al holocausto nazi
(recordemos que, además, Kafka pertenece a una minoría judía en
la ciudad de Praga).
ESTILO
Toda la novela está
escrita desde el punto de vista de un narrador más o menos
omnisciente que con frecuencia adopta una perspectiva muy cercana a
la del protagonista. En el presente fragmento, además de reflejar
los movimientos objetivos de Gregorio, conoce sus deseos y
pensamientos (“le gustaba”, “soportaba”, “quería”...) e
incluso los de la hermana (que “se dio cuenta inmediatamente...”).
En esta narración
entran en juego dos polos importantes:
los sintagmas
nominales, más propios de la descripción con los que el autor
representa plásticamente el encierro del protagonista (“pocos
metros cuadrados del suelo”, “la comida”, “el techo”),
siempre a través de algunos escasos sustantivos concretos.
Sobre todo, los
verbos. En este pasaje Kafka nos muestra una rutina y un avance en
el deterioro de la vida de Gregorio por medio del aspecto
imperfectivo o reiterativo de los verbos: “gustaba”,
“soportaba”, “atravesaba”, etc. De este modo, el tiempo de
la narración, nunca marcado explícitamente en su duración exacta,
se alarga por espacio de algunos meses. Junto a los verbos, abundan
las expresiones temporales, los adverbios: “ahora”,
“pronto ya”, “ya soportaba”, “Pronto
se convirtió”, “inmediatamente”, “durante el
día/durante la noche”, etc.
Como vemos, el paso del
tiempo es especialmente relevante en el fragmento que nos ocupa.
COMENTARIO
CRITICO.
A.
Valoración personal del fragmento.
Nada
agudiza tanto la
sensación del soledad como el paso del tiempo en silencio. Es por
ello que en el fragmento presente es especialmente relevante la
presencia de verbos y adverbios que refuerzan la pesadez del tiempo
sobre el ánimo del protagonista, cada vez más sumido en su
angustiosa soledad como vimos en la primera parte de este examen. Por
otra parte, el acercamiento del narrador a la perspectiva del
protagonista, tal como lo hemos comprobado en el fragmento,
constituye un rasgo muy característico de la escritura de Kafka,
siempre íntima, personal y próxima al existencialismo.
B. Opinión personal sobre el tema del fragmento.
La
sociedad europea moderna del mundo llamado desarrollado ha producido
un efecto perverso que probablemente no fue imaginado por los
impulsores de los primeros logros de la revolución industrial: la
soledad, el aislamiento de los individuos que componen la población
.
La
organización del trabajo y el horario por el que nos regimos tiende
cada vez más a castigarnos con la falta de comunicación; los
compañeros de trabajo apenas se conocen porque el sistema,
obsesionado con la productividad, roba los momentos de intercambio e
interacción.
Al
final de las extenuantes jornadas, los trabajadores apenas comparten
tiempo con sus familias y los niños se crían solos o en manos
mercenarias, entretenidos con máquinas u ocupaciones estériles que
los enseña a convertirse en ciudadanos estresados.
Las
sucesivas reformas laborales y de educación sólo hablan de
productividad y de competitividad, ¿Hasta dónde será capaz de
soportar la población este sistema que los exprime contra la
naturaleza del ser humano? Quizá algún día nos demos cuenta de
que, como Gregorio Samsa, vivimos encerrados en una habitación
exigua esperando una triste muerte. Entonces tal vez estemos aún a
tiempo de salir de este calabozo empresarial e industrial para
mirarnos unos a otros y descubrir, sencillamente, que el mundo es en
realidad un lugar mucho más sencillo y más pacífico de lo que nos
querían hacer creer: un lugar donde el otro no es un competidor,
sino un compañero. Un igual.