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martes, 2 de junio de 2009

Lirica SS OO



1


¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?



2

Ya formidable y espantoso suena
dentro del corazón el postrer día,
y la última hora, negra y fría,
se acerca, de temor y sombras llena.



3


Purpúreas rosas sobre Galatea
la Alba entre lilios cándidos deshoja:
duda el Amor cuál más su color sea,
o púrpura nevada, o nieve roja.


















De su frente la perla es, eritrea,
émula vana. El ciego dios se enoja
y, condenando su esplendor, la deja
pender el oro al nácar de su oreja.




4

El hombre está entregado al sueño,
de su suerte no cuidando;
y, con paso callado,
el cielo, vueltas dando,
las horas del vivir le va hurtando.

¡Oh, despertad, mortales!
Mirad con atención en vuestro daño.
Las almas inmortales,
hechas a bien tamaño,

¿podrán vivir de sombra y de engaño?



5

Al tramontar del sol, la ninfa mía,

de flores despojando el verde llano,
cuantas troncaba la hermosa mano,
tantas el blanco pie crecer hacía.


Ondeábale el viento que corría
el oro fino con error galano,
cual verde hoja de álamo lozano
se mueve al rojo despuntar del día;


mas luego que ciñó sus sienes bellas
de los varios despojos de su falda
-término puesto al oro y a la nieve-,


juraré que lució más su guirnalda
con ser de flores, la otra ser de estrellas,
que la que ilustra el cielo en luces nueve.




6


Él es un médico honrado,

por la gracia del Señor,

Quien os lo pintó cobarde

no lo conoce, y mintió,

que ha muerto más hombres vivos

que mató el Cid Campeador.

Y con ser todos mortales

los médicos, pienso yo

que son todos venïales

comparados al doctor.




7


Si quejas y lamentos pueden tanto

que enfrenaron el curso de los ríos

y en los diversos montes y sombríos

los árboles movieron con su canto;



si convertieron a escuchar su llanto

los fieros tigres y peñascos fríos;

si, en fin, con menos casos que los míos

bajaron a los reinos del espanto:


¿por qué no ablandará mi trabajos

avida, en miseria y lágrimas pasada,

un corazón comigo endurecido?


Con más piedad debria ser escuchada

la voz del que se llora por perdido

que la del que perdió y llora otra cosa.


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